Recorre las calles más antiguas de Madrid con un experto local en vinos, probando vermut de barril y aceitunas en bares escondidos antes de saborear croquetas de bacalao y un Albariño premiado. La cena incluye solomillo ibérico de una carnicería con tres estrellas Michelin acompañado de vinos raros, terminando con Pedro Ximénez sobre helado. Una experiencia íntima, animada y llena de sabores inolvidables.
Lo primero que me llamó la atención fue el sonido: el tintinear de las copas, risas que se escapaban por las puertas, esa luz dorada y tenue que solo encuentras en el Madrid de siempre. Nuestro guía (que resulta que forma parte de la Asociación Española de Cata de Vinos, algo que yo ni sabía que existía) nos llamó frente a un bar en La Latina. Sirvió vermut directo de la barrica — no muy dulce, justo lo necesario para despertar el paladar. Compartimos unas aceitunas llamadas chupadedos (“para chuparse los dedos”, sonrió), bañadas en aceite y hierbas. Intenté decirlo en español y seguro lo dije mal, pero a nadie le importó.
Las calles aquí se retuercen y se estrechan — adoquines bajo los pies, muros de piedra que parecen haber visto todo desde el siglo XII. En la siguiente parada, bebimos vino en vasitos pequeños como en el siglo XIX. Las croquetas de bacalao estaban calientes y saladas, casi cremosas por dentro. Alguien preguntó por la receta; nuestro guía se encogió de hombros y dijo “secreto de familia”. Hubo un momento en que todos nos quedamos en silencio tras el primer bocado — ya sabes, cuando la comida hace que todos se detengan.
Más tarde entramos en lo que podría ser la vinoteca más bonita que he visto — estanterías llenas de botellas, murmullos suaves por todas partes. Probamos un Albariño que ganó un premio importante el año pasado (no soy experto, pero sabía a verano). Las “tostas” venían cargadas con cosas que no podía ni pronunciar; una tenía pimientos asados tan dulces que parecían fruta. Y luego nos adentramos más en La Latina para cenar en un sitio que los locales adoran — tres estrellas Michelin en el cartel de la carnicería, algo increíble para un barrio.
Todavía recuerdo ese solomillo ibérico — intenso pero delicado, acompañado de tintos sacados directamente de la bodega privada de nuestro guía (él mismo abrió las botellas en la mesa). Para el postre mis notas se volvieron borrosas; había Pedro Ximénez vertido sobre helado de vainilla, convirtiéndolo en algo con sabor a vino dulce y pasas. Todos nos reímos cuando alguien intentó adivinar qué llevaba. Volver caminando por esas calles antiguas se sintió distinto después de tanta calidez y vino. Difícil de explicar.
El grupo es pequeño, con un máximo de 8 personas para una experiencia más cercana.
No, no incluye recogida; el encuentro es en un punto fijo en La Latina.
El contenido no menciona opciones vegetarianas o veganas específicamente.
Probarás vinos españoles exclusivos como el Albariño Altos de Torona y tintos destacados como Viña Arana Gran Reserva 2015.
Incluye cena con solomillo ibérico de una carnicería con tres estrellas Michelin y varias tapas durante la noche.
Sí, hay opciones de transporte público cerca en La Latina.
No se recomienda para personas con movilidad reducida debido a los adoquines y caminatas.
La edad mínima es de 21 años.
Tu noche incluye degustaciones guiadas de vermut de barril y aceitunas chupadedos, croquetas tradicionales de bacalao, un Albariño premiado acompañado de tostas especiales, cena con solomillo ibérico de la única carnicería con tres estrellas Michelin de Madrid, vinos tintos selectos de la bodega privada de tu guía como Viña Arana Gran Reserva 2015, y para terminar, Pedro Ximénez sobre helado de vainilla — todo con un guía profesional y en un grupo pequeño e íntimo.
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