Prueba café colombiano recién hecho directo de la finca, recoge granos maduros junto a agricultores locales cerca de Medellín y sigue cada paso desde la semilla hasta la taza con las historias de tu guía. Incluye transporte, actividades prácticas y snack casero, además de esos momentos inesperados que hacen único el viaje.
—¿Quieres azúcar? —preguntó la esposa del campesino, ofreciéndome una taza algo desgastada justo cuando bajamos de la van, aún sacudiendo la lluvia de mi cabello. Primero me llegó el aroma: terroso, cálido, un poco dulce, nada que ver con el café de casa. Estábamos a solo media hora de El Poblado en Medellín, pero ya parecía otro mundo: colinas verdes, pájaros gritando entre ellos, barro pegado a mis botas. Luis, nuestro guía, sonrió y comentó que este era el “verdadero” café colombiano, no el que venden en los aeropuertos. Lo creí al instante.
No esperaba ensuciarme tanto las manos. Después de la primera taza (me tomé dos), nos dieron cubetas y sombreros —el mío se me caía sobre los ojos— y nos metimos entre las filas de arbustos de hojas brillantes. Cosechar los granos maduros es más difícil de lo que parece; hay que sentir la suavidad exacta. El campesino nos mostró cómo sus manos se movían rápido pero con cuidado —yo era lento y torpe al lado. Nos contó historias de salarios y familias trabajando juntas en la cosecha. En un momento me reí fuerte porque mi cubeta apenas se llenaba comparada con las demás. Hubo un instante en que me detuve a escuchar: la lluvia sobre las hojas, alguien tarareando cerca —ese recuerdo se quedó conmigo.
Después vimos cada paso: despulpado (granos resbaladizos por todos lados), fermentación en grandes tinas, secado bajo una marquesina que olía a dulce y ácido a la vez. Luis nos dejó probar la antigua trilladora —ruidosa y satisfactoria— y luego llegó el momento de tostar. Tres niveles: claro, medio y oscuro; todo en pequeños lotes justo ahí, viendo cómo cambiaba el color. Moler fue ruidoso pero divertido —quizás me manché la camisa con polvo de café (sin arrepentimientos). Empaquetamos un poco para llevar, pero honestamente sabía mejor ahí, sorbiéndolo despacio con un snack casero mientras todos charlaban alrededor de una mesa tambaleante.
Sigo pensando en esa vista desde el borde de la finca —la neblina cubriendo las colinas verdes— y en lo distinto que sabe todo cuando ves de dónde viene. Si buscas un tour privado a una finca cafetera cerca de Medellín donde realmente puedas participar (no solo mirar), este es el indicado. Quizá te vayas con botas embarradas o nuevos amigos —o con ambos.
La finca queda a unos 30 minutos de El Poblado en Medellín en carro privado.
Este es un tour privado solo para tu grupo.
Plantar semillas, recoger granos, ayudar con el despulpado, fermentación, secado, trillado, tostado, molido y empaque del café.
Incluye un snack tradicional casero durante la visita.
Se proporcionan cubetas, sombreros y botas de lluvia para las actividades en la finca.
Sí, probarás varios métodos de preparación y notas de sabor durante la introducción en la finca.
Sí, el tour incluye recogida y regreso al hotel en Medellín.
Tu tour será guiado por expertos locales que conocen bien las técnicas agrícolas y la cultura regional.
Tu día incluye transporte privado desde y hacia tu hotel en Medellín, entrada a la finca familiar, acompañamiento en cada etapa del proceso desde la siembra hasta el tostado con agricultores locales, además de cubetas, sombreros y botas para que recojas los granos tú mismo. Un snack tradicional casero completa la experiencia antes de regresar a la ciudad.
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