Sumate a una clase de asado con mujeres parrilleras en una casa histórica de Buenos Aires: vas a cocinar bife, preparar chimichurri casero, probar Malbec y terminar con un postre clásico de dulce de leche. Risas, fuego y sabores que vas a extrañar mucho después.
“Tenés que probar el chimichurri vos misma,” me dijo Belén con una sonrisa, ofreciéndome una cuchara de madera llena de ese aceite verde con ajo. Estábamos en la antigua casa de su familia en Belgrano—el piso crujía bajo nuestros pies y la ventana de la cocina dejaba entrar esa luz suave típica de la tarde porteña. Se sentía un leve aroma a humo de la parrilla afuera, mezclado con el fresco olor del perejil. Nunca había visto tantas mujeres alrededor del fuego, riendo y discutiendo cuánto tiempo debía estar la morcilla. Era como si nos hubiéramos colado en un almuerzo familiar, pero en el mejor sentido.
No esperaba ensuciarme tan rápido—un minuto estábamos tomando Malbec (no soy muy de vino tinto, pero acá encaja perfecto), y al siguiente estábamos armando chorizos para el choripán mientras la tía de Belén me contaba sobre la primera parrilla de su abuelo. La experiencia del asado se sentía menos como una clase y más como ser adoptado por tres horas. Aprendimos a medir el fuego por el color (no solo por el calor), y cuando intenté decir “molleja” bien, Li se rió tanto que casi se le caen las pinzas. La clase privada de cocina de bife prometía ser seria, pero la verdad fue pura charla, risas y anécdotas de los domingos en familia.
Hay un momento—después de probar la morcilla y las mollejas que juraste que nunca comerías—cuando llega el bife principal a tu plato. Lomo tierno, bordes ahumados, verduras apenas quemadas. Todos se quedaron en silencio un segundo, solo se escuchaban los tenedores raspando los platos. Aún recuerdo ese primer bocado: salado, jugoso, simple y a la vez lleno de sabor. El postre fue algo con dulce de leche—me olvidé el nombre porque estaba muy ocupado limpiando la cuchara con la lengua.
Salí oliendo a humo de leña y con una sensación rara de estar en casa, en una ciudad que apenas conocía. Si querés una excursión que sea mucho más que comer bife en Buenos Aires, con gente local que te muestre cómo se hace un asado de verdad, esta es la experiencia. Y sí, todo está incluido: comida, bebida e incluso esos chistes malos en español.
La clase se lleva a cabo en una casa familiar de 100 años ubicada en Belgrano, un barrio residencial de Buenos Aires.
La experiencia está a cargo de Belén y su equipo de mujeres parrilleras conocidas como “Asadoras.”
Vas a preparar y probar choripán con chimichurri, morcilla, molleja, matambrito de cerdo, bife de lomo con verduras a la parrilla y un postre argentino de dulce de leche.
Sí, se sirve vino Malbec argentino premium junto con refrescos y agua, todo incluido.
La experiencia completa dura alrededor de tres horas.
Sí, todas las áreas y superficies son accesibles para sillas de ruedas; también se permiten cochecitos de bebé.
Sí, vas a preparar chimichurri tradicional como parte de la clase práctica.
Sí, hay opciones de transporte público cerca de la casa en Belgrano.
Tu día incluye toda la comida—desde los choripanes hasta el bife de lomo premium—más la degustación de vino Malbec, refrescos o agua si preferís, la instrucción práctica de mujeres parrilleras locales dentro de su casa histórica en Buenos Aires, y el postre antes de despedirte.
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