Únete a una cálida familia oaxaqueña para una clase de cocina práctica en su terraza, aprendiendo recetas clásicas en brasero, compartiendo historias con chocolate caliente y pan dulce, y disfrutando juntos una comida relajada con mezcal y risas. No es solo comida, es sentirse parte de algo real.
¿Alguna vez te has preguntado cómo es realmente cocinar en casa de alguien en Oaxaca? Yo no sabía qué esperar, tal vez una demostración rápida y una degustación cortés. Pero al llegar, el aroma a chocolate ya se escapaba a la calle, y Mariana, nuestra anfitriona, me entregó una sartén caliente antes de que pudiera dejar mi bolso. Se rió de mi español oxidado (intenté decir “buen provecho” muy pronto), pero eso hizo que me relajara. La cocina estaba afuera, en la terraza, con el sol filtrándose entre las enredaderas, y un brasero de ladrillo antiguo brillaba suavemente en una esquina.
Nunca había usado un molcajete; Mariana nos enseñó a moler chiles para la salsa verde hasta que se nos cansaron los brazos (ella dice que los suyos nunca). Había verduras por todos lados: zanahorias, papas, ejotes para el chileajo. Mientras picábamos, no podía evitar probar el guacamole a escondidas. En un momento, su tía se unió y empezó a contar cómo su abuela hacía el chocolate caliente con canela; me dejó batirlo a mano y terminé derramando la mitad sobre el mantel. A nadie le importó. Todo era un poco caótico, pero justo así deberían ser las comidas en familia: gente hablando a la vez, alguien siempre alcanzando más tortillas.
La comida se fue disfrutando despacio, todos sentados alrededor de una mesa larga con mezcal servido en vasitos de barro. Hubo risas (sobre todo cuando intenté decir “chileajo” y seguro lo dije mal), y Mariana no paraba de preguntar si queríamos más fruta o otro trago de mezcal. La comida era sencilla pero llena de detalles: los chiles rellenos tenían almendras escondidas que me sorprendían cada vez. Cuando el sol cambió y todo quedó en silencio un momento, me di cuenta de cuánto necesitaba esa pausa. A veces aún recuerdo esa vista desde su terraza, esos momentos que no esperas guardar para siempre.
Sí, se incluye transporte privado para los participantes de la clase.
Prepararás salsas (salsa verde y molcajete), guacamole tradicional, chileajo con verduras, chiles rellenos (con opciones vegetarianas) y un postre de frutas frescas.
Sí, durante la comida se ofrecen agua, cerveza, chocolate caliente tradicional y mezcal.
Sí, los platillos pueden adaptarse a vegetarianos o sin lácteos si se avisa con anticipación.
No se especifica el tiempo exacto, pero considera varias horas incluyendo la preparación y la comida compartida.
Los niños deben tener al menos 8 años para participar; los bebés pueden asistir si están en el regazo de un adulto.
La clase se lleva a cabo en una cocina al aire libre en la terraza de la casa familiar de los anfitriones en Oaxaca.
Tu día incluye transporte privado hasta la casa de tus anfitriones en Oaxaca, donde te recibirán con chocolate caliente y pan dulce antes de comenzar a preparar salsas, entradas, platillos principales como chileajo o chiles rellenos (con opciones vegetarianas), y un postre de frutas frescas, todo compartido alrededor de la mesa con agua, cerveza y mucho mezcal antes de regresar.
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