Sumérgete en la gastronomía de Marrakech comprando en mercados locales y horneando pan en un horno escondido antes de cocinar platos marroquíes clásicos en un riad. Una experiencia práctica, cercana y llena de sabores auténticos que querrás repetir en casa.
Lo primero que me impactó fue el aroma: pan recién horneado en algún lugar cercano. Nuestro grupo se reunió justo dentro de las murallas de la medina, donde Karima nos recibió con una sonrisa amplia y un rápido “salaam”. Hassan, siempre con un chiste listo, se encargaba de las traducciones mientras nos adentrábamos en el laberinto de callejuelas estrechas. El aire de la mañana era fresco pero ya vibraba con voces y el ruido de los carritos rumbo al souq.
Nos metimos en el furan, el horno comunal de Marrakech. Está escondido tras una puerta de madera sin señalizar; nunca lo encontrarías si no supieras dónde buscar. Dentro, los locales deslizaban bandejas de masa sobre piedras calientes—algunos charlaban en voz baja mientras otros solo nos saludaban con un gesto, con las manos llenas de harina. El olor del khobz tibio mezclado con humo de leña es algo que aún recuerdo.
En el mercado, Karima nos enseñó a elegir calabacines en su punto, ni muy blandos ni duros, y regateó por ramos de menta como si lo hiciera toda la vida (probablemente así es). Compramos berenjenas, tomates tan maduros que casi se deshacían en la mano, y limones gorditos para nuestro tagine. De vuelta en el patio del riad, la luz del sol se colaba entre naranjos mientras picábamos y removíamos juntos. Karima explicaba cada paso: cuánto comino lleva la ensalada, por qué se ponen cebollas bajo el pollo en el tagine, mientras Hassan mantenía el ambiente ligero con anécdotas de su infancia aquí.
Cuando nuestras ensaladas ya estaban servidas y el tagine cocinándose en su base de barro, Karima repartió palitos de canela para preparar el postre: naranjas cortadas finas y espolvoreadas con especias. Hassan preparó el té de menta—lo servía desde lo alto para que hiciera espuma perfecta—y nos sentamos a disfrutar lo que habíamos cocinado. Al final nos dieron las recetas (yo las he usado en casa), pero la verdad, nada se compara con probarlo recién hecho en ese patio rodeado de nuevos amigos.
¡Por supuesto! Karima explica cada paso con claridad y ayuda a todos. No hace falta experiencia, solo ganas y apetito.
Sí, te entregamos las recetas de todos los platos que prepares para que puedas repetirlos luego.
Claro que sí. Solo avísanos al reservar y podemos centrarnos en tagines de verduras y ensaladas.
El grupo es pequeño, máximo seis personas, para que la experiencia sea cómoda y cercana.
Incluye agua embotellada durante toda la clase y el almuerzo con todo lo que cocinemos juntos. Todos los ingredientes están incluidos, además de las recetas para llevar.
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