Comparte un almuerzo tranquilo en los viñedos de Bento Gonçalves con recetas y relatos de la familia Cristofoli en tu mesa. Cada plato va acompañado de sus vinos o espumantes, además de pan fresco, postres caseros y tiempo para disfrutar las vistas. Un ambiente relajado y acogedor que te hará sentir parte de la familia por una tarde.
Bajamos del auto y lo primero que me llamó la atención fue cómo la luz del sol acariciaba las vides, con un tono dorado, como a finales del verano, aunque apenas era mediodía. En la bodega Cristofoli, en Bento Gonçalves, no solo estás almorzando; te sumerges en una gran historia familiar. Recuerdo que Ana nos recibió con una sonrisa cuando mi amigo intentó pronunciar “Faria Lemos”—ella se rió y dijo que es normal que cueste al principio. El aire olía a levadura y a algo dulce que venía de la cocina por las puertas abiertas.
El almuerzo fue tranquilo, sin prisas. Empezamos con pan tibio que sabía casero (porque lo era), acompañado de una copa de su espumante que hacía que todo se sintiera como una pequeña celebración. Nuestra guía—quizás prima o tía—se acercaba de vez en cuando para explicar qué vino iba con cada plato y por qué su abuela juraba que la polenta era infalible en días de lluvia. Elegí ossobuco con polenta como plato principal (no pude resistirme) y, sinceramente, todavía sueño con esa salsa. El rosado con la panzanella fue otra sorpresa—no suelo tomar rosados, pero aquí encajó perfecto.
Entre plato y plato, alguien nos contó cómo su familia empezó a hacer vino aquí hace generaciones, señalando fotos en la pared con caras que se parecían un poco a Ana. Había una atmósfera relajada; gente hablando bajito, el tintinear de los cubiertos, niños corriendo entre las mesas afuera. De postre probamos la cuca de uva de Doña María (una especie de bizcocho desmenuzado), suave y tibia, acompañada de un espumante dulce que sabía a fruta de verano.
No esperaba quedarme tanto tiempo, pero a nadie parecía importarle. Incluso después del postre, nos quedamos charlando mientras tomábamos lo que quedaba en las copas y alguien nos sirvió un poco de jugo de uva “solo para probar”. Es curioso cómo en lugares así uno se siente en casa rápido—quizás por la comida o por cómo te tratan como si fueras de la familia desde siempre.
No, el transporte no está incluido; los invitados llegan por su cuenta a la bodega Cristofoli en Faria Lemos.
Puedes elegir entre varias opciones en cada tiempo; es importante avisar sobre necesidades dietéticas al hacer la reserva.
El almuerzo maridado consta de cuatro tiempos: entrada, primer plato, plato principal y postre.
Cada plato se acompaña con una copa de vino o espumante Cristofoli diferente; las bebidas extras después del postre se cobran aparte.
Sí, todas las áreas son accesibles para sillas de ruedas y se reciben niños con disponibilidad de sillas altas y espacio para cochecitos.
Debes informar a la bodega Cristofoli sobre cualquier alergia al reservar; no siempre es posible cambiar el menú el mismo día.
La bodega Cristofoli está en el distrito de Faria Lemos, cerca de Bento Gonçalves, en la región de Serra Gaúcha, sur de Brasil.
Tu almuerzo maridado incluye cuatro tiempos inspirados en recetas familiares, con opciones para cada etapa, y cada plato acompañado por copa con vinos o espumantes Cristofoli. Durante la comida se sirve agua sin gas y jugo de uva casero. El personal amable comparte historias sobre su tradición vitivinícola mientras disfrutas entre los viñedos; la accesibilidad garantiza que todos se sientan bienvenidos de principio a fin.
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