Recorrerás las calles antiguas de Boloña con un guía local, probando tigella recién horneada, embutidos y quesos en una ostería vintage, pastas caseras acompañadas de vinos regionales y terminando con un helado cremoso en una heladería familiar. Este tour no es solo comer: es reír entre paredes de piedra y llevarte historias que recordarás mucho después.
“¿Es esa la Fuente de Neptuno?” Apenas terminé mi café cuando nuestra guía levantó un paraguas naranja junto a esas figuras de bronce marinas. Éramos seis, la mitad aún medio dormidos, y ella sonrió, dijo algo sobre la “tigella” (que pronuncié mal al instante) y nos llevó por una callejuela que olía a pan y lluvia. Intenté seguirle el ritmo, pero me distraje con un hombre descargando cajas de tomates, tan rojos que parecían de mentira.
La primera parada fue una tiendita diminuta con las paredes llenas de fotos familiares antiguas y el mostrador repleto de tigellas recién hechas. Nunca había probado algo así: crujiente por fuera, suave por dentro, rellena con un queso que se derretía justo en su punto. Nuestra guía nos sirvió un poco de vino local (“¡solo un sorbo por ahora!”) y nos contó cómo su nonna hacía pasta todos los domingos. Alguien preguntó si siempre hace tanta humedad en Boloña; ella se rió y dijo: “Solo cuando olvidas el paraguas”.
Entramos en una de esas osterías donde parece que el tiempo se detuvo en 1968. El suelo crujía bajo nuestros pies. Probamos mortadela cortada tan fina que casi desaparecía en la boca, trozos de Parmigiano que se deshacían entre los dedos y pan que dejaba polvo de harina en mis jeans. Más vino, esta vez tinto, y de repente todos hablaban más alto. Quizá era el vino, o simplemente la magia de Boloña.
No esperaba enamorarme tanto de los tagliatelle al ragú; hay algo en la pasta fresca que te hace replantearte todas tus decisiones (o al menos las del almuerzo). Cuando llegamos a la heladería —un local pequeño regentado por dos hermanas desde los años 70— ya estaba lleno, pero de alguna manera me hice un hueco para un helado de pistacho. A veces todavía recuerdo esa textura cremosa cuando estoy atrapado en el tráfico en casa.
El punto de encuentro es la Fuente de Neptuno (Fontana del Nettuno), donde la guía llevará un paraguas naranja.
La experiencia incluye más de 15 degustaciones de productos locales y vinos en varias paradas por el centro de Boloña.
Sí, el tour incluye una comida completa de la región de Emilia junto con vinos tintos y blancos.
Las degustaciones pueden variar según la temporada; consulta con antelación para necesidades dietéticas específicas.
Sí, pueden participar bebés y niños pequeños; el recorrido es accesible con cochecito y hay asientos para bebés si se necesitan.
Sí, termina en una heladería familiar fundada en 1972 para probar helados artesanales.
No se especifica la duración exacta, pero prepárate para varias horas caminando entre distintas paradas en el centro de Boloña.
No se necesita equipo especial; se recomiendan zapatos cómodos porque se camina bastante.
Tu día incluye más de 15 degustaciones en tiendas artesanales y osterías históricas: tigella como aperitivo, embutidos y quesos regionales con vinos tintos y blancos, dos pastas caseras tradicionales en un restaurante boloñés y helado artesanal en una heladería familiar, todo acompañado por un guía local que comparte historias en el camino.
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