Recorrerás las calles antiguas de Niza probando pan bagnat, socca caliente, farçis niçois, auténtica pissaladière, macarons cítricos y cremosos helados italianos, todo guiado por locales que crecieron aquí. Prepárate para risas, sabores nuevos (quizá hasta una clase de nissart) y esa sensación de comer como si fueras de la ciudad.
Quedamos fuera de una panadería que nunca había visto, justo en el centro de Niza. Anthony ya nos estaba haciendo señas—es de aquí y conoce cada atajo y puesto de comida. Claudia repartía servilletas como si supiera que las íbamos a necesitar (y tenía razón). La ciudad se sentía luminosa y salada esa mañana, como si el aire del mar se hubiera colado en cada masa. Primera parada: pan bagnat. Pensé que sería un sándwich más, pero al morder ese pan aceitoso con atún y verduras crujientes, la verdad, todavía me queda grabado. Anthony sonrió al ver mi cara. “Te lo dije”, dijo.
Después llegó la socca, recién salida del horno de leña. Es una especie de tortita fina de garbanzo, crujiente en los bordes, suave por dentro y con un toque ahumado. La comimos de pie, con los dedos pringados, mientras los locales discutían quién la hace mejor (es un debate real). Claudia intentó enseñarnos algunas palabras en nissart—yo las arruiné todas y ella se rió tanto que casi se le cae el macaron. Hablando de macarons: no los pastelitos parisinos, sino unos redonditos con sabor a limón de Menton o rosa de Grasse. El de limón era a la vez ácido y dulce; ojalá hubiera comprado una caja para llevar.
No esperaba que me gustara tanto la pissaladière—al principio me echaba para atrás la anchoa—pero algo en las cebollas caramelizadas y la masa hojaldrada me conquistó. El farçis niçois fue otra sorpresa: verduras rellenas de carne con hierbas, tibias y con un sabor dulce-salado que no sé explicar. Caminamos entre paradas por esas calles estrechas donde la ropa colgada bailaba al viento y las motos pasaban demasiado cerca. En un momento Anthony nos señaló su antigua escuela; se notaba orgulloso de mostrarnos su ciudad a través de la comida.
El tour terminó con un helado en una pequeña heladería italiana (no recuerdo el nombre, pero el de pistacho era increíble). Para entonces estábamos llenos y somnolientos, apoyados en paredes de piedra calentadas por el sol, escuchando a Anthony contar historias de su infancia aquí. No fue nada pretencioso ni apresurado—solo comer bien con gente que realmente ama lo que comparte. Cada vez que paso por una panadería, me acuerdo de ese primer bocado de pan bagnat, ¿sabes?
El tour incluye pan bagnat, socca, farçis niçois, pissaladière, macarons artesanales con sabores locales como limón de Menton o rosa de Grasse, helado italiano y más.
Sí, los vegetarianos son bienvenidos en este tour.
Sólo agua está incluida; las demás bebidas son extras.
No se especifica la distancia exacta, pero se camina entre varias paradas en el centro de Niza.
No se menciona recogida en hotel; el punto de encuentro es en un lugar céntrico de Niza.
Sí, bebés y niños pequeños pueden participar en cochecitos o brazos; los bebés deben ir en el regazo de un adulto.
Sí, hay opciones de transporte público cerca.
El tour lo lideran locales, incluyendo a Anthony, que nació y creció en Niza.
Tu día incluye todas las degustaciones: auténticos pan bagnat, socca recién hecha, farçis niçois y pissaladière tradicionales, macarons artesanales con sabores locales de limón o agua de rosas, y cremosos helados italianos—todo guiado por locales que cuentan historias en cada parada (las bebidas, salvo el agua, son extras).
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