Caminarás por antiguas murallas, descubrirás museos escondidos y terminarás la noche compartiendo auténticos sabores campechanos en una plaza animada donde los locales se reúnen cada noche. Esta excursión no es solo para ver lugares, sino para vivir historias que podrás saborear y momentos que recordarás mucho después de partir.
Lo primero que me impactó al llegar a la Puerta de Mar fue la brisa salada del Golfo, refrescante después de una tarde calurosa. Nuestro guía, Javier, señaló el grueso arco de piedra y explicó cómo esta puerta mantenía a raya a los piratas. Si miras de cerca, aún puedes ver las marcas en las viejas piedras, testigos de siglos de viento y lluvia. Está justo junto al mar, así que escucharás gaviotas sobrevolando y a veces percibirás el aroma a pescado asado de los puestos cercanos.
Entramos al centro histórico justo cuando el sol comenzaba a caer, tiñendo todo de tonos dorados y rosados. Las calles son estrechas y desiguales—cuidado al caminar—y en cada esquina parece esconderse un edificio de colores pastel o una pequeña capilla. Javier nos recordó estar atentos a los horarios de recogida; comienzan unos treinta minutos antes de que inicie la excursión, lo cual es útil si te alojas fuera del casco antiguo.
El Museo El Palacio se encuentra en la plaza principal. Adentro, el ambiente es fresco y tranquilo—un alivio después de caminar bajo el pegajoso calor del Yucatán. Las exhibiciones abarcan desde artefactos mayas hasta pinturas coloniales. Me encantó ver los antiguos mapas de Campeche; están en una sala lateral que la mayoría pasa por alto a menos que preguntes.
La siguiente parada fue el Fuerte San Miguel, ubicado en lo alto de la ciudad con muros gruesos que parecen imposibles de escalar. El museo alberga verdaderos tesoros: máscaras de jade de Calakmul, cerámica ancestral e incluso armas usadas contra piratas. La vista desde aquí es impresionante—se puede ver hasta el mar si no hay neblina.
La Casa No. 6 es una casa colonial restaurada en pleno corazón de la ciudad. Recorrer sus habitaciones es como viajar en el tiempo; los pisos de madera crujen y los muebles pesados parecen no haberse movido en décadas. La cocina aún conserva un leve aroma a especias—quizá clavo o canela—de alguna demostración anterior.
Pasamos luego por la Puerta de Tierra, la entrada por tierra, que es tan imponente como su gemela junto al mar, pero de alguna manera más tranquila al anochecer. Cerca, niños jugaban al fútbol y un anciano vendía paletas desde un carrito pintado de azul brillante.
El Fuerte San José no es tan grande como San Miguel, pero tiene su propio encanto, un poco más rústico en los bordes. Está en una colina con brisas lo suficientemente fuertes como para mover tu camisa, especialmente cuando cae la noche.
Caminarás bastante entre paradas, pero parte del recorrido se hace en un vehículo panorámico—una buena noticia si tus pies empiezan a quejarse a mitad del camino.
La cena en la Plazuela de San Francisco fue, sinceramente, mi parte favorita. Las mesas se extienden sobre los adoquines bajo luces colgantes, con locales charlando mientras disfrutan de platos como pan de cazón o tamales colados. El aire huele a epazote y chiles asados; siempre hay alguien tocando la guitarra cerca o niños persiguiéndose alrededor de los bancos. Cada platillo tiene su historia—nuestra mesera nos contó cómo su abuela le enseñó a preparar la sopa de lima—y puedes saborear esa historia en cada bocado.
¡Sí! Todas las áreas son accesibles para sillas de ruedas, incluyendo las opciones de transporte, para que todos puedan participar cómodamente.
Caminarás entre varios sitios (algunas calles son irregulares), pero parte del recorrido se realiza en un vehículo panorámico y hay paradas regulares para descansar y tomar algo.
La cena incluye platillos tradicionales campechanos elaborados con ingredientes locales—como pan de cazón, tamales colados y salsas frescas—y hay opciones para diferentes dietas si es necesario.
¡Sí! Se ofrecen bebidas junto con snacks como fruta fresca y bocadillos secos durante toda la experiencia.
No hay problema—los bebés pueden ir en tu regazo o en cochecito durante las partes a pie y los traslados en vehículo.
Tu entrada a todos los sitios está incluida, además de snacks (fruta fresca y bocadillos secos), bebidas durante todo el recorrido, transporte cómodo con aire acondicionado entre paradas y una cena completa en la Plazuela de San Francisco con especialidades regionales preparadas con ingredientes locales transmitidos de generación en generación.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?