Te unirás a una cocinera romana para una clase privada en su cocina, aprendiendo a preparar pasta fresca y entrantes clásicos antes de sentarte a comer juntos con vinos locales incluidos. Prepárate para risas, consejos prácticos y sabores auténticos que recordarás mucho después del viaje.
No esperaba ponerme nervioso al tocar el timbre del apartamento de Claudia en Roma. Pero ahí estaba, con las palmas un poco sudadas, preguntándome si mis habilidades con la pasta me iban a dejar en ridículo. Claudia abrió la puerta con una sonrisa enorme y cálida, y de repente aquello dejó de ser una “clase” para parecer más una visita a una amiga de toda la vida. La cocina olía a café y a algo que su vecino estaba friendo al lado (ella puso los ojos en blanco—“¡siempre ajo a las 10 de la mañana!”). Nos lavamos las manos, nos pusimos los delantales y nos pusimos manos a la obra.
Hacer pasta fresca es más desordenado de lo que imaginaba. Harina por todas partes—en mi camiseta, hasta en el pelo, de alguna forma. Claudia me enseñó a darle forma a los cavatelli con el pulgar (“como me enseñó la Nonna,” dijo), pero los míos parecían más bien bichos marinos diminutos. Se rió, sin mala intención. También preparamos una entrada sencilla de alcachofas; me explicó cómo los romanos adoran las verduras en primavera. Intenté pronunciar “carciofi” bien—ella sonrió por mi acento pero no dijo nada. Había una complicidad natural entre nosotros: amasando la masa, tomando vino, compartiendo historias de nuestras familias.
Comimos en su mesita junto a la ventana, con la luz del sol reflejándose en los platos desparejados. Los cavatelli estaban mucho mejores de lo que parecían (Claudia insistió en que eso siempre pasa). Terminamos con tiramisú—la receta de su madre—y un espresso fuerte que me aceleró un poco el corazón. Se oían niños jugando abajo y alguien cantando desafinado en algún piso de arriba. Sinceramente, me fui sintiéndome más ligero que cuando llegué. A veces todavía recuerdo esa tarde cuando huelo café o veo alcachofas en casa.
No, no incluye recogida—tendrás que llegar por tu cuenta a la casa de la anfitriona.
Aprenderás tres recetas romanas: un entrante, un plato de pasta fresca y un postre.
Sí—agua, vinos locales y espresso están incluidos con la comida.
La experiencia es privada—solo tú (o tu grupo) con la anfitriona.
La clase se hace en la casa de la anfitriona, en Roma.
Sí—hay transporte público disponible cerca del punto de encuentro.
Sí—los animales de servicio están permitidos durante esta experiencia.
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