Recorre antiguos monasterios, degusta vinos caseros en bodegas familiares, aprende a preparar khinkali con locales y disfruta de vistas de montaña, todo en un día por los valles soleados de Kakheti.
El aire de la mañana en Kakheti siempre huele a flores silvestres y pan recién hecho. Empezamos en el monasterio de Bodbe, donde descansa Santa Nino; nuestra guía Tamuna nos contó historias de sus visitas de niña y la leyenda de por qué Nino eligió este lugar. Dentro de la iglesia reina un silencio especial, solo interrumpido por suaves oraciones que resuenan en las paredes de piedra. Metí las manos en el agua de la fuente afuera, fría y refrescante, y vi a algunos lugareños llenando botellas para llevar a casa.
Signagi parece sacado de un cuento georgiano o de la Toscana. Sus calles empedradas serpentean entre casas pastel con balcones de madera. Se escuchan pájaros y a veces un acordeón cerca de la plaza principal. Paseamos por la muralla de la fortaleza (que parece no acabar nunca) y desde allí tuvimos la primera vista del valle de Alazani, con sus campos como un mosaico bajo un cielo inmenso y azul. Almorzamos en casa de Nana; nos dejó ayudar a preparar khinkali mientras su marido servía vino casero en vasos diferentes. La mesa se llenó de queso, tomates que sabían a sol y pan shoti recién salido del horno de barro.
De camino a Telavi paramos en una panadería junto a la carretera donde puedes ver cómo pegan el pan shoti en las paredes de barro; cuando sale huele a nuez y tierra. También probamos queso, salado y desmenuzable, hecho allí por una familia que lleva generaciones en ello. Lo mejor fue la visita a la bodega. Los productores locales nos explicaron cómo usan qvevri, esas enormes vasijas de barro enterradas, para hacer vino como lo hacían sus abuelos. Probamos seis variedades: tintos intensos, blancos frescos e incluso chacha, que te calienta el cuerpo. Me gustó tanto escuchar sus historias como saborear el vino.
Antes de regresar subimos al paso de Gombor, a 1620 metros, y salimos al aire fresco de la montaña que olía a pino. Hay un pequeño puesto donde puedes tomar té o café caliente mientras miras las colinas llenas de ovejas. De bajada vimos cómo se hace la churchkhela, ese dulce de jugo de uva y nueces, y volvimos a intentar hacer pan shoti; mi pan salió un poco torcido pero con un sabor increíble.
¡Claro! El ritmo es tranquilo y hay actividades prácticas como hacer pan que suelen encantar a los niños. También hay asientos especiales para bebés.
No hay problema, puedes saltarte las catas o probar jugos locales. Hay mucho para disfrutar más allá del vino.
Se pasea por pueblos y terrenos de monasterios, pero nada agotador. La mayoría de los lugares son accesibles para todos los niveles de condición física.
¡Sí! Nuestros guías hablan inglés fluido (y otros idiomas si hace falta), así no te perderás ningún detalle ni historia.
El tour incluye transporte privado con WiFi, guía local experto todo el día, todas las catas (vino, queso), almuerzo en restaurante familiar y clases prácticas para hacer pan shoti y churchkhela. También té o café en el paso de Gombor.
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