Recorre las calles vibrantes de Málaga con un guía local, degustando en los puestos del Mercado de Atarazanas y en tiendas ultramarinos clásicas. Disfruta jamón ibérico, vermut casero, tapas andaluzas cerca de la catedral y platos creativos junto a la Alcazaba—todo en una tarde que parece más una quedada con locales que un tour.
Parpadeé y ya estábamos en pleno Calle Marqués de Larios, con el sonido de los zapatos sobre el empedrado y el sol reflejándose en los escaparates. Nuestra guía Carmen nos llamó con una sonrisa como si nos conociera de toda la vida. Aún era temprano, pero la ciudad ya olía a café y naranjas. Empezó a señalar detalles que jamás habría notado: azulejos antiguos sobre las puertas, una panadería que lleva ahí desde antes de que nacieran mis abuelos.
Después llegamos al Mercado de Atarazanas y, la verdad, fue un golpe de sensaciones: el bullicio (en el mejor sentido), los gritos de los pescaderos, ese olor salado a marisco fresco mezclado con frutas tan maduras que casi podías saborearlas solo pasando. Probamos aceitunas tan intensas que me apretaron la mandíbula (¿para bien?), y luego Carmen me dio un trocito de jamón ibérico que se deshacía antes de que pudiera masticar. Se rió cuando dudé con las anchoas—“Tranquilo, estas son de verdad.” No esperaba que me gustaran, pero... ahora sí.
Entre la Plaza de la Constitución y una pequeña tienda ultramarinos llena de botellas de vermut polvorientas, el tiempo empezó a diluirse. El dueño nos sirvió su favorito—dulce pero con un toque herbal—y cortó embutidos finísimos mientras contaba historias sobre las recetas de su padre. En un momento intenté pronunciar “salchichón” bien; Carmen hizo una mueca y dijo que estaba bien así. Éramos pocos, solo doce, y se sentía más como salir con amigos que como un tour formal.
El almuerzo fue en un rincón cerca de la catedral, donde pasamos platos de gambas al pil pil (aún chisporroteando) y solomillo bañado en salsa de Pedro Ximénez. El vino no paraba de llegar—perdí la cuenta después de la tercera copa—y alguien empezó a tararear la radio detrás de la barra. Terminamos cerca de la Alcazaba, en un local donde un joven chef sirvió un gazpachuelo malagueño que sabía a la vez a nuevo y a tradición. Caminando de vuelta por las calles viejas, me di cuenta de que en Málaga se saborea más que se ve. Y, siendo sincero, sigo pensando en esas anchoas.
El tour es una actividad de medio día que dura varias horas.
Sí, hay opciones vegetarianas disponibles si se solicitan al reservar.
Sí, incluye más de 14 degustaciones que juntas forman un almuerzo completo.
No se menciona recogida en hotel; hay opciones de transporte público cerca.
El grupo está limitado a un máximo de 12 personas.
Pasarás por el Mercado de Atarazanas, la Plaza de la Constitución, la Catedral de Málaga y cerca de la Alcazaba.
Las degustaciones incluyen vermut casero y vinos españoles seleccionados.
Los bebés deben ir en brazos de un adulto; la edad mínima para beber es 18 años.
Tu tarde incluye paseos guiados por los puntos culturales de Málaga y visitas a siete lugares gastronómicos—desde degustaciones en el Mercado de Atarazanas hasta embutidos y vermut en una tienda ultramarinos. Disfrutarás más de 14 bocados y bebidas (suficiente para almorzar), jamón ibérico y todo con guía en inglés, terminando cerca de la Alcazaba.
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