Recorre los barrios más auténticos de Madrid con una guía local que se siente más como una amiga que como una anfitriona. Prepárate para jamón que se deshace en la boca, carrilleras acompañadas de tintos españoles y gambas al ajillo que querrás repetir. La noche termina en las alturas, con vistas desde una terraza y una copa de cava en mano, donde Madrid se siente al alcance.
“Una buena tapa no se apura, ni tampoco un buen chisme,” bromeaba nuestra guía Marta mientras nos empujaba al primer bar justo al lado de la plaza de San Miguel. Era temprano en la tarde, ese tipo de anochecer pegajoso de Madrid donde el aire huele a ajo frito y a humo de cigarro que se escapa de alguna terraza. No esperaba reír tanto antes de probar nada, pero ahí estábamos, debatiendo si los pimientos de Padrón eran una ruleta rusa o solo un aperitivo. La sidra estaba fría y con un toque ácido, justo lo que necesitaba después de morder sin querer uno de los picantes — Marta solo sonrió y me pasó más pan.
El paseo entre bares se sentía como caminar con una amiga de toda la vida que conoce todos los atajos de La Latina. Nos metimos en una pequeña tienda para probar lonchas de jamón que se deshacían en la boca antes de que pudieras terminar la frase (intenté decir “gracias” pero tenía la boca llena — clásico). La Plaza Mayor estaba llena de gente que se desparramaba por los adoquines, y en algún rincón alguien tocaba la guitarra, no para ganar propinas sino porque así es Madrid. En el Barrio de las Letras, Marta nos mostró azulejos desgastados con versos de poetas que nunca había escuchado. Dijo que ese barrio era donde los artistas bebían demasiado vino y escribían sobre desamores; le creí.
Cuando llegamos a la calle Huertas, ya había perdido la cuenta de cuántos vinos habíamos probado (esta vez un tinto con carrilleras — cocidas a fuego lento, con un sabor intenso pero suave). El bar era antiguo pero tenía azulejos nuevos en las paredes, lo que me hizo pensar en todas las historias que habrían visto esas mesas. Por último llegaron unas gambas al ajillo que chisporroteaban, servidas en una cazuela de barro que se mantuvo caliente más de lo esperado. Aún recuerdo ese aroma — aceite de oliva, perejil, y un toque ahumado por debajo.
Terminamos en una terraza justo cuando el cielo se teñía de rosa sobre los tejados de Madrid. Con una copa de cava en la mano, todos nos quedamos en silencio por un momento — no incómodo, solo disfrutando. Alguien preguntó si esa era la mejor vista de la ciudad; Marta se encogió de hombros y dijo que depende de con quién estés brindando. Quizás tenía razón.
El tour suele durar entre 3 y 4 horas desde el inicio hasta el final.
Sí, en cada parada de tapas se incluyen bebidas como vino o sidra; en el tour de la tarde también se incluye cava en la terraza.
No, no se incluye recogida en hotel; los participantes se reúnen en la plaza de San Miguel para comenzar.
Debes informar sobre cualquier alergia o dieta especial al reservar para que puedan hacer ajustes si es posible.
El recorrido pasa por La Latina, Cava Baja, calles Cuchilleros, Plaza Mayor y el Barrio de las Letras.
El tour de las 11:30 incluye una tapa extra en lugar de la copa en la terraza.
Los idiomas principales son inglés y español; otros idiomas pueden estar disponibles si se alcanza el mínimo de participantes.
Sí, pueden unirse bebés y niños pequeños; se permiten carritos pero los bebés deben sentarse en el regazo de un adulto durante las degustaciones.
Tu tarde incluye cuatro paradas auténticas de tapas en el centro de Madrid con bebidas maridadas en cada bar — sidra con pimientos y vino tinto con carrilleras — y una copa final de cava o cóctel en una terraza (solo en tours de la tarde), todo guiado por un experto local bilingüe mientras recorres La Latina y el Barrio de las Letras.
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