Despertarás con la niebla de la montaña y las risas de tu equipo tanzano, caminarás por bosques y paisajes lunares en la ruta Lemosho, te esforzarás en la noche de cumbre bajo las estrellas y compartirás comidas calientes con nuevos amigos al descender. Cada día trae desafíos silenciosos y calidez inesperada que perduran mucho después de dejar Kilimanjaro.
Lo primero que recuerdo es cómo cambió el aire al salir de Moshi rumbo a la puerta Lemosho, como si alguien hubiera abierto una ventana a otro mundo. Nuestro guía, Joseph, tenía una sonrisa fácil y no paraba de señalar pájaros que nunca había visto (decía sus nombres en suajili; yo olvidé todos). La furgoneta iba llena de charlas nerviosas y el tintinear del equipo. Cuando empezamos a caminar por ese bosque espeso —todo cubierto de musgo, el barro aplastándose bajo las botas— ya se olía el humo de la leña en el campamento que nos esperaba más adelante. No esperaba tener hambre tan pronto, pero el almuerzo en Mti Mkubwa supo a triunfo después de solo unas horas de caminata.
Los días se fueron mezclando de la mejor manera. Una mañana en el campamento Shira, las nubes se movieron tan rápido que parecía que estábamos dentro de ellas. Los porteadores se reían cuando intenté montar mi tienda (fui un desastre), y más tarde el cocinero me pasó un plato de sopa que me empañó las gafas. En Lava Tower sentí por primera vez el efecto de la altura: cabeza pesada, piernas lentas, pero Joseph solo asintió y dijo “pole pole”, despacito, como si lo hubiera dicho mil veces. Se volvió nuestro mantra durante toda la ruta Lemosho.
No esperaba que me encantaran esos silencios extraños —solo el sonido de las botas sobre la grava cerca de Barranco Wall o ese silencio antes del amanecer en Barafu, cuando todos fingimos no estar nerviosos por la noche de cumbre. Cuando finalmente llegamos a Uhuru Peak, no sentía los dedos, pero recuerdo el cielo rosado y cómo Joseph nos abrazó a todos como si fuéramos familia (olía a fogata y té). Bajar fue casi más duro que subir; rodillas temblorosas, piernas de gelatina —pero en Mweka Camp nos esperaba comida caliente y de repente todos reíamos otra vez.
Aún ahora puedo cerrar los ojos y sentir ese aire tan fino de la montaña o escuchar a los guías cantar después de cenar. Si estás pensando en una aventura tipo Machu Picchu en Cusco pero quieres algo más salvaje, esta es tu ruta. La Lemosho no es fácil, pero hay algo honesto en cada paso, en cada comida compartida en esas tiendas gastadas. Se queda contigo mucho más tiempo del que imaginas.
El itinerario estándar dura 8 días desde Moshi hasta la cumbre y regreso al hotel Springlands.
Sí, la recogida desde el hotel Springlands en Moshi está incluida al inicio de la subida.
Sí, todas las comidas las prepara un chef en el campamento durante todo el trekking.
Los guías hablan inglés, español, francés y alemán.
Se requiere un nivel moderado de forma física; no se recomienda para personas con problemas cardiovasculares.
Los porteadores montan las tiendas en cada campamento; no necesitas llevar la tuya.
La cima de Uhuru Peak está a 5.895 metros sobre el nivel del mar.
El transporte principal es accesible, pero el trekking no lo es debido al terreno.
Tu viaje incluye traslado desde el hotel Springlands en Moshi hasta la puerta Lemosho con un guía local experimentado que habla varios idiomas. Los porteadores se encargan del montaje del campamento mientras el chef prepara comidas frescas cada día; las tiendas están incluidas en cada parada. Tras alcanzar la cima del Kilimanjaro por la ruta Lemosho, regresarás a Moshi para un almuerzo caliente y una ducha, con toda la logística cubierta para que solo te concentres en cada paso (y respiración) de la subida.
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