Si quieres conocer ambos lados de St. Martin sin prisas ni multitudes—y realmente probar lo que hace único a cada uno—este tour es para ti. Caminarás por fortalezas históricas con guías locales que conocen cada atajo y rincón secreto para fotos, degustarás quesos auténticos holandeses y franceses (más delicias caseras), y disfrutarás de vistas que la mayoría se pierde.
Lo primero que noté al pisar el sendero arenoso hacia el Fort Amsterdam fue la brisa salada—justo lo suficiente para refrescar mientras subes. Nuestra guía, Josiane, señalaba las viejas paredes de piedra donde lagartijas se asomaban entre las grietas. Desde arriba, Philipsburg se desplegaba a nuestros pies—techos coloridos, cruceros en la bahía y ese murmullo constante de la vida isleña que solo se siente aquí. Nos quedamos un poco más de lo planeado; es fácil perder la noción del tiempo con esa vista.
Luego, nos reunimos bajo un árbol que daba sombra para la primera degustación de quesos. El gouda holandés tenía un toque a nuez que no esperaba, especialmente acompañado de una copa fría de vino blanco. Alguien pasó un pan de plátano casero—todavía tibio—y juro que se olía la canela antes de que llegara a tus manos.
Un corto trayecto después, llegamos al Fort St. Louis en el lado francés. Las escaleras de concreto son un poco empinadas pero manejables si vas despacio (yo paré a mitad de camino para recuperar el aliento y tomar una foto). Desde arriba, Marigot parecía casi pintado contra el mar. Aquí, los quesos franceses fueron los protagonistas—cremoso brie y algo ácido que nunca había probado—acompañados de otra ronda de vino y un té helado de hierba limón que sabía a verano en una taza.
Josiane compartió historias sobre antiguas batallas entre holandeses y franceses—nada pesado, justo lo suficiente para que esos cañones derruidos cobraran vida. Al final, intercambiamos fotos y consejos sobre dónde encontrar los mejores pasteles en la ciudad. Se sentía más como estar con amigos que en un tour.
Hay algo de subida—Fort Amsterdam tiene un sendero arenoso (no muy empinado), mientras que Fort St. Louis cuenta con escaleras de concreto. La mayoría lo lleva bien si va con calma.
¡Sí! El ritmo es tranquilo y hay pausas para snacks y bebidas. Si es necesario, hay asientos especiales para bebés.
Por favor, avísanos tus necesidades al reservar; haremos lo posible para adaptar las degustaciones a alergias o preferencias.
Tu lugar incluye visitas guiadas a ambas fortalezas históricas (lado holandés y francés), degustaciones de quesos holandeses y franceses con vino, pan de plátano casero, té helado de hierba limón, acceso a agua fresca y relatos amigables de la gente local durante el recorrido.
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