Recorrerás muros centenarios, conocerás tortugas rescatadas, te relajarás en la playa de Unawatuna y disfrutarás de té fresco en las colinas, todo acompañado de historias locales. Ideal para quienes buscan vivir la auténtica costa sur de Sri Lanka.
Empezamos temprano, justo cuando el sol comenzaba a calentar las calles. El camino hacia Galle nunca aburre: con las ventanas abajo, se siente el aire salado mezclado con el aroma a canela de los puestos al borde de la carretera. Nuestro guía, Priyantha, nos señalaba pequeños puestos de fruta donde los locales ya regateaban por mangos. Primera parada: Galle Fort. Al caminar por esos antiguos muros de piedra, se siente la historia en cada rincón: murallas portuguesas, puertas holandesas, faroles británicos. Siempre hay un partido de cricket en algún rincón polvoriento, y si prestas atención, escucharás a niños corriendo por los callejones. La UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1988, y no cuesta entender por qué.
Al salir del pueblo, nos detuvimos en un pequeño santuario de tortugas. No es nada ostentoso, pero puedes acercarte mucho a tortugas rescatadas—algunas sin aletas, otras recién nacidas. El personal nos dejó sostener suavemente una tortuguita por un momento (son más blanditas de lo que imaginas). Aquí viven cuatro especies diferentes, y si tienes suerte, verás la hora de la comida. Luego seguimos hacia Unawatuna. La playa está animada pero sin agobios: familias haciendo picnic bajo palmeras, pescadores locales arreglando redes. El agua está templada y, si tienes tiempo, hacer snorkel aquí vale la pena solo por los corales.
Después de almorzar rápido un arroz con curry en una cafetería a pie de carretera, visitamos el gran templo del Buda. Imposible perderse la estatua, que se eleva dorada sobre todo. Dentro hay un “salón de horrores” con figuras a tamaño real que muestran el destino de los pecadores (es fuerte, pero fascinante). El lugar vibra con fieles encendiendo incienso y conversando en voz baja. Última parada: una plantación de té en las colinas sobre Koggala. La visita fue gratuita y nuestro guía nos explicó cómo producen más de 25 tipos de té, incluido un delicado Virgin White que recogen hoja a hoja. Probamos varias muestras en la terraza mientras las nubes se deslizaban sobre los campos. De regreso, hicimos un desvío rápido a Coconut Tree Hill en Mirissa, justo a tiempo para el atardecer. Locales y viajeros se juntan para esa vista: palmeras recortadas contra el cielo naranja, olas rompiendo abajo. Es uno de esos momentos sencillos que se quedan contigo.
¡Sí! Muchas familias nos acompañan. Los bebés pueden ir en cochecito o en brazos, y la mayoría de las paradas son accesibles para todas las edades.
Normalmente dura todo el día, unas 8 horas, pero podemos ajustar el tiempo si quieres quedarte más en algún lugar.
Claro que sí. Hay tiempo para nadar o hacer snorkel si te apetece. Solo avisa a tu guía.
El transporte privado está incluido. Las comidas y entradas no, así que lleva algo de efectivo para snacks o recuerdos.
Vehículo privado con conductor-guía local durante todo el día. Nos encargamos de todo el transporte entre los puntos para que solo disfrutes cada parada. Si viajas con niños pequeños, los cochecitos también son bienvenidos.
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