Cruzarás el icónico puente de Lisboa, probarás mariscos frescos en el mercado de Setúbal, explorarás rincones secretos del Parque de Arrábida, visitarás un convento escondido, verás de cerca la elaboración tradicional de azulejos y disfrutarás de vinos exclusivos en el Palacio Bacalhôa, todo en una excursión privada relajada de un día.
La mañana comenzó con un viaje cruzando el Puente 25 de Abril, que los locales llaman el “Golden Gate” de Lisboa. La ciudad quedó atrás mientras cruzábamos el Tajo, con la luz del sol reflejándose en el agua. Nuestro guía, João, nos contó que el puente tiembla un poco cuando pasan los camiones. Es una sensación curiosamente reconfortante, como si realmente estuvieras dejando la ciudad para vivir algo distinto.
Primera parada: Mercado do Livramento en Setúbal. Había oído hablar de este lugar, pero verlo en persona es otra cosa. El olor a pescado fresco te recibe al instante, mezclado con el aroma del café de un pequeño puesto cerca de la entrada. Paseamos entre puestos llenos de sardinas brillantes y almejas gordas, mientras unos señores mayores discutían sobre quién tenía el mejor pulpo. João nos presentó a Dona Maria, que lleva vendiendo queso aquí desde antes de que yo naciera. Nos dejó probar un trozo de queso de Azeitão, cremoso, con un toque ácido, que se deshace en la boca.
El camino hacia el Parque Natural de Arrábida serpentea entre densos pinares y alcornoques. Con las ventanas bajadas, se siente ese aire salado del Atlántico mezclado con hierbas silvestres. Paramos en un mirador: sin multitudes, solo silencio, roto por el canto lejano de gaviotas y el zumbido de las cigarras. João explicó que esta zona está protegida por sus plantas raras y sus acantilados de piedra caliza. Incluso nos mostró dónde los monjes se refugiaban durante las tormentas hace siglos.
Visitar el Convento da Arrábida fue como viajar en el tiempo. Las paredes encaladas son sencillas, pero transmiten una paz especial. Caminamos por frescos pasillos de piedra; afuera, los romeros crecían salvajes a lo largo de los senderos. La vista al mar es impresionante: en días claros se pueden ver los barcos de pesca rumbo a Sesimbra.
Hicimos una breve parada en Azulejos de Azeitão, un pequeño taller escondido tras una puerta sin señalizar. Dentro, los artistas pintaban azulejos a mano en azules profundos y amarillos. Se olía la pintura y se escuchaba una suave radio portuguesa de fondo. Nos enseñaron cómo usan técnicas moriscas antiguas: cada azulejo lleva horas de trabajo.
¿Lo mejor? El Palacio Bacalhôa en Azeitão. Los jardines estaban tranquilos, salvo por los pavos reales que paseaban (uno casi me roba una galleta). Nos sentamos en un balcón con vistas a las hileras de viñas mientras el personal servía vinos locales tintos y blancos, cada copa acompañada de más queso de Azeitão y dulce de higo. João compartió historias sobre la realeza portuguesa que vivió aquí; al parecer, les encantaba el vino tanto como a nosotros.
¡Sí! A los niños les encanta explorar mercados y parques; solo ten en cuenta que la cata de vinos es para mayores de 18 años.
El tour utiliza vehículos cómodos, pero algunos sitios (como el convento) tienen escaleras o terreno irregular; avísanos tus necesidades para ayudarte a planificar.
Recomiendo calzado cómodo para caminar y quizá una chaqueta ligera, ya que el parque puede refrescar incluso en verano.
No se incluye almuerzo fijo, pero hay muchas opciones para comprar snacks en el mercado o en cafés locales durante el recorrido.
Tu día incluye recogida y regreso al hotel en Lisboa o alrededores; todo el transporte en un clásico Mercedes-Benz o minivan; un guía local oficial; entradas a todas las paradas programadas (incluido el Convento da Arrábida si se reserva con suficiente antelación); cata exclusiva de vinos en el Palacio Bacalhôa; degustación de queso de Azeitão; además de seguro completo durante todo el viaje.
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