Recorrerás los palacios de cuento de Sintra, probarás dulces caseros en las plazas, verás las olas del Atlántico romper bajo los acantilados de Nazaré y degustarás licor de cereza dentro de las murallas medievales de Óbidos. Con un guía local que se encarga del transporte y las historias, la historia de Portugal cobra vida — a veces en silencio, a veces entre risas.
Lo primero que me impactó fue el color — ese amarillo intenso y casi de juguete del Palacio da Pena en Sintra. Recuerdo a nuestra guía, Ana, sonriendo mientras señalaba el Gran Tritón sobre la puerta. Decía que debía proteger el lugar, pero la verdad es que parecía un poco gruñón. Las habitaciones por dentro eran más silenciosas de lo que esperaba; podías escuchar tus propios pasos sobre esos azulejos antiguos. Me pasaba la mano por las frías barandillas de piedra cada vez que Ana no miraba. Luego paseamos por el parque — agujas de pino bajo los pies y eucalipto en el aire. Más tarde, en el pueblo, probé un pastel travesseiro y el azúcar glas voló por todos lados (perdón, camisa).
En Cabo da Roca el viento te hacía entrecerrar los ojos — “el fin de Europa”, lo llamó Ana. Abajo, los pescadores en las rocas apenas nos miraban a nosotros, los turistas con cámaras. Condujimos junto a la playa de Guincho (no paramos por el viento), y luego estiramos las piernas en Boca do Inferno, donde el mar realmente suena enfadado al chocar contra los acantilados. Cascais tenía un aire más tranquilo — casas blancas con detalles azules, viejos jugando a las cartas junto al puerto. De vuelta a Lisboa, vi a surfistas cogiendo las últimas olas cerca de Estoril y pensé en la luz que hay aquí, incluso al caer la tarde.
A la mañana siguiente partimos hacia el norte para nuestra excursión desde Lisboa a Fátima. La basílica era más grande de lo que imaginaba por las fotos — peregrinos pasando en silencio junto a velas y flores. Aunque no soy religioso, sentí algo estando allí con todos los demás. El Monasterio de Batalha mostraba líneas afiladas y capillas sombrías; João nos contó que el Infante Enrique el Navegante está enterrado allí, pero lo que más me quedó fue un pajarito saltando entre las lápidas afuera.
Nazaré olía a sardinas a la parrilla y a sal marina. Almorzamos cerca de la playa (pedí demasiadas almejas, pero sin arrepentimientos) antes de subir a ver esos acantilados famosos donde se surfean olas más altas que casas. Última parada: Óbidos, parece sacado de un cuento — calles empedradas, puertas pintadas, macetas por todas partes. João nos llevó a una tiendita para probar la Ginja servida en vasitos de chocolate; seguro puse cara rara porque se rió y sirvió otra ronda “para dar valor.” Caminar por las murallas al atardecer fue como viajar en el tiempo. Todavía casi puedo oír las campanas de la iglesia resonando sobre esos tejados rojos.
Cada excursión dura entre 8 y 9 horas, incluyendo el traslado desde Lisboa.
No, la comida no está incluida, pero tendrás tiempo libre para almorzar por tu cuenta en Sintra y Nazaré.
Las entradas no están especificadas como incluidas; consulta con el operador para más detalles.
El grupo es pequeño, con un máximo de ocho personas para una experiencia más personalizada.
El tour incluye recogida; los detalles se confirman tras la reserva.
Sí—se pueden solicitar asientos para niños o bebés al reservar; también se permiten cochecitos.
Sí—los animales de servicio están permitidos en estos tours.
Sí—probarás licor de Ginja en Óbidos como parte de la experiencia.
Tu viaje de dos días incluye transporte cómodo en minivan con aire acondicionado, guías locales expertos que comparten historias en cada parada, degustación del tradicional licor de Ginja en Óbidos y recogida en el hotel para que no tengas que preocuparte por cómo llegar temprano ni volver al anochecer.
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