Camina hasta la cima más alta de Marruecos con un guía experto a tu lado—disfruta té de menta en pueblos bereberes, duerme en un refugio de montaña y contempla el amanecer sobre el Atlas. Una aventura que combina reto y autenticidad local.
Salimos de Marrakech justo después del amanecer, la ciudad ya calentándose, pero al adentrarnos en el Alto Atlas, el aire cambió: más fresco, con un leve aroma a tomillo silvestre y humo de leña. En Imlil, nuestro guía Youssef nos recibió con una sonrisa y nos presentó a las mulas (y a su cuidador, que apenas hablaba pero siempre parecía tararear). El pueblo despertaba: niños persiguiendo gallinas, alguien horneando pan en un horno de barro, ese olor a tierra que bajaba por la calle. Las mochilas pesaban más de lo esperado, pero la emoción lo hacía fácil de ignorar.
El sendero empezó suave, zigzagueando entre nogales y casas de piedra aferradas a la ladera. Paramos a tomar un té de menta dulce en un café diminuto de Aroumd—la verdad, nunca había probado un té tan fresco. Al subir, el camino se estrechó y el paisaje se volvió más agreste. En el santuario blanco de Sidi Chamarouch hicimos una pausa; los locales creen que es un lugar de curación. Vimos cabras trepando por riscos imposibles y escuchamos el agua correr abajo. Ya por la tarde, las nubes llegaron y todo olía a humedad y minerales. Llegamos al refugio Neltner justo a tiempo para la cena—un tagine sencillo, pero después de seis horas caminando, supo a banquete. La noche fue fría y silenciosa, salvo por el viento lejano golpeando las paredes de piedra.
Antes del amanecer, partimos hacia la cima del Toubkal. La primera parte fue un tramo empinado de piedras sueltas—mis botas resbalaron más de una vez—y escuchaba mi propia respiración resonar en la oscuridad. A unos 3.700 metros, el sol empezó a salir detrás de picos afilados; de repente todo se tiñó de rosa y dorado. La última cresta fue dura—parches de hielo incluso en verano—pero Youssef nos animaba con calma (“tranquilo, tranquilo,” repetía). Estar a 4.167 metros fue irreal: Marruecos se extendía bajo nosotros, valles perdiéndose en la bruma. Bajando, paramos en el refugio para almorzar (nunca olvidaré lo buenas que saben las naranjas a esa altura) y luego regresamos a Imlil, donde el conductor nos esperaba con agua fría y cuentos de su infancia en estas montañas.
Debes sentirte cómodo caminando cuesta arriba durante varias horas en altura—con una condición física moderada y experiencia en senderismo o caminatas largas es suficiente.
¡Sí! Las comidas están incluidas desde el almuerzo del primer día hasta el almuerzo del segundo, con platos marroquíes contundentes en el refugio de montaña.
Los niños pueden unirse si están acostumbrados a caminar; los bebés pueden ir en asientos especiales o cochecitos en las partes bajas.
Lleva ropa abrigada (hace frío incluso en verano), botas resistentes, protector solar y un saco sábana si quieres más comodidad.
Tu guía local te acompaña en todo momento; las mulas llevan tus mochilas para que disfrutes la caminata; todas las comidas están incluidas durante el trekking; alojamiento en refugio de montaña; transporte ida y vuelta desde Marrakech incluido—solo llega listo para la aventura.
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