Entrarás en un estudio tranquilo de Tokio donde aprenderás kintsugi con instructores locales amables — quizá hasta conozcas al Maestro Taku si está disponible. Repara cerámica para principiantes con resina dorada, escucha historias sobre este arte japonés y llévate a casa tu creación imperfecta como recuerdo único.
Llegué tarde — típico en mí. El tren se detuvo un buen rato en Shibuya y terminé corriendo por las calles traseras hasta el estudio de kintsugi, todavía con un café de tienda en la mano. Mis calcetines chirriaban sobre el tatami al quitarme los zapatos (debería haber llevado algo menos vergonzoso). Pero a nadie pareció importarle; una de las asistentes me sonrió y me dio un delantal, como si eso pasara todos los días. El lugar olía a virutas de madera y algo dulce — ¿laca quizá? Se escuchaba un murmullo suave de los demás invitados, pero nada incómodo. Solo voces bajitas y el tintinear de platos.
Nuestra guía (creo que se llamaba Emi) nos explicó que el kintsugi se trata más de honrar la rotura que de esconderla. Nos mostró unos platos astillados preparados para principiantes — sin presión para arreglar nada valioso. Cuando vertió el polvo de oro, brilló con la luz del sol y parecía casi falso, como purpurina de manualidades infantiles. Pero al mezclarlo con resina y repasar las grietas, todos nos concentramos de forma extraña. Intenté imitar la pincelada de Emi, pero la mía salió temblorosa. Ella se rió y dijo que eso es parte del encanto: “La imperfección es hermosa.” Alguien preguntó por el Maestro Taku — al parecer a veces aparece en la clase de las 11 si tienes suerte (nosotros no), pero contaron que ganó un premio importante este año por su trabajo solidario.
No podía dejar de pensar en lo distinto que se siente esto frente a comprar un souvenir en una tienda. Te llevas tu propio plato reparado a casa (aunque advierten que no es para comer). No es perfecto — el mío desde luego no — pero hay algo honesto en ver esas líneas doradas de cerca. La clase duró solo una hora, pero salí con una calma rara, como si me hubieran dejado entrar en un secreto pequeño de Japón que no aparece en postales ni en Instagram. Aún no sé pronunciar bien “kintsugi”, pero ese sentimiento lo recordaré cada vez que vea mi plato en la estantería.
No, no se permite traer piezas personales; usarás los platos que el estudio prepara para principiantes.
No, el Maestro Taku puede asistir a algunas clases de las 11, pero no es seguro que siempre esté.
La clase dura aproximadamente 60 minutos.
Los niños menores de 6 años no pueden entrar al taller por razones de seguridad.
Sí, todas las áreas y superficies son accesibles para sillas de ruedas.
Te llevarás tu plato reparado como recuerdo; no es apto para comer ni beber.
Sí, todo el equipo y materiales necesarios están incluidos en la reserva.
Tu experiencia incluye todo el equipo para kintsugi — platos preparados para principiantes, materiales de resina dorada, guía local (a veces incluso el Maestro Taku), y tu pieza terminada para llevar a casa; también cubre impuestos y gastos de gestión.
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