Viajarás como pasajero en una Vespa clásica por las animadas calles de Roma con un conductor-guía local experto. Verás lugares emblemáticos como la Escalinata de España y la Fontana di Trevi, además de miradores escondidos—todo sin preocuparte por el tráfico ni las direcciones. Perfecto si quieres empaparte de la auténtica vida romana sin estrés.
Me subí a la parte trasera de una Vespa rojo cereza, con el casco bien ajustado y el corazón latiendo un poco más rápido—el tráfico romano no es cosa de juego. Nuestro guía, Marco, sonrió y me dio una breve explicación antes de arrancar. La ciudad se sentía viva: scooters zigzagueando, el aroma del espresso flotando desde pequeños bares, la luz del sol reflejándose en los adoquines. Recorrimos callejones estrechos que nunca encontrarías por tu cuenta, captando fragmentos de conversaciones de locales charlando frente a las panaderías.
Primera parada: la Escalinata de España. Aunque era temprano, ya había gente sentada en los escalones, tomando fotos o simplemente observando a la gente pasar. Marco señaló la antigua casa de té cercana—al parecer lleva ahí desde el siglo XIX. Desde allí, subimos hasta la Terraza del Pincio en Villa Borghese. ¿La vista sobre la Piazza del Popolo y esos tejados infinitos? Honestamente, es uno de esos momentos en los que tienes que dejar el móvil a un lado y simplemente disfrutar.
Pasamos por la misma Piazza del Popolo—músicos tocando bajo árboles frondosos—y luego nos dirigimos a la Fontana di Trevi. La escuchas antes de verla: el agua corriendo, las monedas tintineando mientras los visitantes piden un deseo. Marco contó una historia sobre cómo los locales solían venir aquí de noche a buscar agua fresca en tiempos de su abuela.
Si quieres (y tienes tiempo), hay una parada opcional en la Basílica de San Pedro. Esta vez no entramos, pero solo ver esa cúpula de cerca ya es algo impresionante. El paseo continuó hasta el Gianicolo para otra vista panorámica—esta es menos concurrida y desde allí puedes distinguir todo tipo de monumentos asomando sobre el horizonte.
Nos detuvimos en “Er Fontanone”—el apodo local para la gran fuente en el Janículo—y luego nos adentramos en Trastevere. Las calles aquí son estrechas, la ropa tendida ondeando sobre nuestras cabezas, niños jugando al balón en las esquinas. Si lo pillas a la hora del almuerzo, el aire huele a masa de pizza y albahaca.
La ruta nos llevó por la Via dei Fori Imperiali—ruinas antiguas a ambos lados—luego pasamos por el Circo Máximo, donde antes retumbaban las carreras de carros (ahora es más para corredores y paseadores de perros). Últimas paradas: la terraza del Jardín de los Naranjos (el aire tenía un leve aroma cítrico) y esa curiosa vista a través de la cerradura del Aventino, con la cúpula de San Pedro enmarcada perfectamente al final de un túnel de hojas.
En algún momento hicimos una pausa para tomar un café—un auténtico espresso romano—o un gelato si prefieres algo dulce. Tres horas pasaron volando; nunca me sentí apresurado ni inseguro gracias a nuestro conductor-guía, que parecía conocer cada atajo y cada historia de la ciudad.
¡Para nada! Viajarás como pasajero mientras un conductor local experimentado se encarga de todo.
Lo sentimos, por razones de seguridad no se permite la participación de niños menores de 7 años.
No hay problema—los guías hablan inglés y se asegurarán de que te sientas cómodo durante todo el recorrido.
Este tour no se recomienda para viajeros embarazadas ni para quienes tengan problemas espinales o cardiovasculares.
¡Sí! Hay una parada para tomar un café o un gelato incluido—corre por nuestra cuenta.
Tu paseo incluye una Vespa clásica conducida por un guía experto (para que puedas relajarte), cascos con redes higiénicas, además de una pausa para café o gelato durante el recorrido. ¡Todas las paradas principales y las historias forman parte de la experiencia!
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