Mancharás tus manos aprendiendo a hacer pasta romana auténtica con chefs locales en grupos pequeños: estirando masa, formando raviolis, preparando salsas italianas clásicas. Ríe con historias y copas de vino antes de sentarte a disfrutar la comida que tú mismo ayudaste a crear. Es cálido, animado y se siente como entrar en la cocina de una familia.
“¿Has intentado alguna vez estirar fettuccine tan fino?” Riccardo me sonrió, con harina en los nudillos. Nunca había hecho pasta desde cero, y menos en Roma, fuera de mi mini cocina. El lugar olía a masa tibia y mantequilla con salvia, mientras el murmullo de los demás en el grupo llenaba el aire. Éramos unas ocho personas, chocando codos mientras intentábamos amasar la masa justo como debía ser. La abuela de Riccardo nos miraba desde su silla junto a la ventana, negando con la cabeza cada vez que alguien se apresuraba. Eso me hizo ir más despacio.
Nuestro guía (o mejor dicho, chef) nos hizo reír todo el rato; contaba anécdotas sobre costumbres romanas y por qué nunca se pone crema en la carbonara (pregunté y se le notó el horror). Aprendimos a hacer raviolis rellenos de ricotta, luego fettuccine y spaghetti alla chitarra. La harina acabó por todos lados: en los puños de mi camisa, hasta en el móvil, pero no me importó. Tenía algo casi meditativo, apretar la masa con las palmas mientras la luz jugaba sobre la mesa. En un momento Riccardo sirvió otra copa de vino y dijo algo de “cocinar con amor”. Seguro puse los ojos en blanco, pero en serio, no estaba equivocado.
Después llegaron las salsas: arrabbiata para darle un toque picante, mantequilla con salvia para reconfortar, y una carbonara que no se parecía en nada a la que había probado en casa—mucho mejor. Cuando finalmente nos sentamos a comer juntos (con más vino), la clase dejó de sentirse como una lección y se volvió una especie de cena familiar rara donde nadie se conocía, pero todos eran bienvenidos. Alguien intentó hablar italiano; Riccardo se rió tanto que casi se le cae el tenedor. Todavía recuerdo esa comida cuando estoy en casa echando espaguetis secos en agua hirviendo—simplemente no es lo mismo.
Sí, no necesitas experiencia; los chefs te guían paso a paso para hacer pasta desde cero.
Harás raviolis rellenos de ricotta, además de fettuccine y spaghetti alla chitarra frescos.
Sí, cuentan con un menú especial para vegetarianos, solo avísalo con anticipación.
Sí, durante toda la experiencia se sirve vino local seleccionado, además de café y agua.
La clase se hace en la casa de la abuela de Riccardo o en The Cooking Lab en Roma.
Los grupos son pequeños para mantener la experiencia personal y práctica.
Los bebés y niños pequeños pueden venir; el lugar es accesible para cochecitos.
Sí, solo informa sobre alergias o restricciones al hacer la reserva.
Tu día incluye todos los ingredientes de primera para hacer pasta fresca y salsas, vino local seleccionado durante toda la experiencia, café y agua. Y después de todo tu esfuerzo en la cocina, te sentarás a disfrutar de la comida que preparaste, como una auténtica comida italiana, antes de salir a seguir explorando Roma.
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