Te unirás a una anfitriona local en su casa de Bolonia para cocinar platos clásicos de pasta desde cero, probar aperitivos regionales como crescentine con embutidos y queso, compartir historias con vino casero y disfrutar juntos de una comida sin prisas — una experiencia que recordarás mucho después de dejar Italia.
Lo primero que noté fue el suave tintinear de las ollas en la cocina de Giovanna — no era un ruido fuerte, sino ese sonido delicado que solo se escucha cuando alguien lleva años cocinando. Su apartamento está dentro de una antigua villa en Bolonia, y ya antes de entrar se percibe un aroma cálido y a harina. Giovanna nos recibió con una sonrisa que parecía de toda la vida, mientras sus hijas entraban y salían, charlando sobre su día. Curiosamente, pensé que me sentiría incómodo en casa ajena, pero fue todo lo contrario… se sintió natural.
Empezamos con crescentine — pequeños panes esponjosos que rellenamos con lonchas de mortadela y queso cremoso. Giovanna me enseñó a presionar la masa justo como se debe (yo arruiné la primera; ella se rió y dijo que su abuela lo hacía de otra forma). La cocina era luminosa pero sencilla, con la luz del sol atrapando el polvo de harina en el aire. Mientras trabajábamos, nos contó historias de Bolonia, mezclando recuerdos familiares con explicaciones sobre por qué el cerdo es tan importante aquí. Intenté pronunciar “Gramigna” como ella — no me salió del todo bien, pero no le importó.
Hacer pasta desde cero es más desordenado de lo que imaginaba. Me quedaron las manos pegajosas, la masa se metió bajo las uñas, pero tenía algo casi meditativo. Preparamos tagliatelle al ragù (la verdadera salsa boloñesa), que se cocinaba a fuego lento mientras picábamos verduras para un acompañamiento. En un momento, Francesca nos sirvió copas de vino Pignoletto de las colinas cercanas — fresco y crujiente, un contraste perfecto con el calor de la cocina. Almorzar en la mesa de Giovanna fue como un domingo en casa de alguien más: platos que se pasaban, historias a medias porque todos estaban comiendo o riendo.
De vez en cuando aún recuerdo esa comida — no solo por el sabor (aunque, honestamente, nada supera la pasta fresca), sino por la calma que se respiraba. No había prisa por terminar o limpiar; simplemente nos quedamos charlando hasta que la luz de la tarde cambió de color a través de la ventana. Si buscas una clase de pasta boloñesa en Bolonia que realmente se sienta cercana, esta es la indicada.
Sí, es una clase de cocina privada que se realiza en la casa de Giovanna.
La clase se realiza en un apartamento local dentro de una villa en Bolonia.
Prepararás 2-3 platos tradicionales italianos: generalmente una pasta (como tagliatelle al ragù), un acompañamiento o postre, además de aperitivos como crescentine o tigelle.
Sí, después de cocinar disfrutarás de la comida que prepararon juntos.
La experiencia incluye 1-2 copas de vino local como Pignoletto o Lambrusco.
Se permiten bebés y niños pequeños; también se pueden llevar cochecitos.
Sí, los animales de servicio están permitidos durante la experiencia.
Sí, hay opciones de transporte público cerca de la casa de Giovanna.
No, como es común en muchas casas italianas, no cuenta con aire acondicionado.
Tu día incluye una clase práctica y privada con Giovanna en su casa de Bolonia, con todos los ingredientes e impuestos incluidos, además de una comida casera con platos tradicionales de pasta y aperitivos regionales acompañados de vino local antes de volver a recorrer las calles de la ciudad.
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