Vive Ubud desde los ojos de sus habitantes: templos con rituales diarios, arrozales exuberantes con el imperdible jungle swing, cascadas escondidas para refrescarse y talleres donde los artistas moldean plata a mano. Todo privado y flexible, para que te detengas donde quieras o hagas todas las preguntas que tengas.
El aire de la mañana en Ubud siempre se siente un poco más fresco de lo que esperaba, suave y con ese aroma a tierra mojada, mezclado con un leve olor a incienso que sale de los altares familiares a lo largo del camino. Nuestro conductor, Wayan, nos recibió en el lobby del hotel justo después del desayuno, con esa sonrisa tranquila que se ve por toda Bali. Primera parada: el Bosque de los Monos. Los monos ya estaban despiertos y muy activos; uno intentó meterse en mi bolso justo cuando me detuve para sacar una foto cerca de las paredes cubiertas de musgo del templo. Se escucha un murmullo constante entre las ramas, y el olor a hojas húmedas se mezcla con las dulces ofrendas de fruta que dejan los locales.
Seguimos por caminos estrechos entre los arrozales hasta llegar al Templo de Batuan. Las tallas en piedra son impresionantes de cerca, con pequeñas caras asomándose en cada rincón. Nuestro guía nos contó que los techos de fibra de palma negra los cambian los vecinos cada pocos años. Está justo al lado de la carretera principal, pero al entrar parece otro mundo. La siguiente parada fue el Templo Tirta Empul. Ver a las familias reunidas para el baño ritual en el manantial sagrado fue muy emotivo; algunos llevaban sarongs coloridos y otros esperaban en silencio su turno. El sonido del agua corriendo sobre las piedras antiguas tiene un efecto muy relajante.
Al mediodía nos dirigimos a la Cascada Tegenungan. Se oye antes de verla, un rugido profundo detrás de la densa vegetación. El camino hacia abajo es empinado, pero vale la pena; la bruma refresca la cara a medida que te acercas. En la cima, los locales venden cocos frescos; yo tomé uno y lo bebí mientras veía a los niños jugar en el agua. Después de subir de nuevo (mis piernas lo notaron), manejamos hacia el norte hasta las terrazas de arroz de Tegalalang. La vista desde la cima es increíble, capas de verde que se extienden bajo un cielo cambiante. Probamos el famoso jungle swing; el corazón me latía fuerte mientras me balanceaba sobre los arrozales, pero fue pura diversión y salieron fotos geniales.
Más tarde, en el pueblo de Celuk, vimos a los plateros trabajar con manos firmes, dando forma a diminutos diseños en anillos y pulseras. El taller olía a metal y a pulidor. La última parada fue el Mercado de Arte de Ubud: filas de puestos llenos de bolsos tejidos, pañuelos de seda, máscaras de madera… aquí regatear es parte del juego, pero siempre con una sonrisa. Me llevé una cometa tallada a mano para mi sobrino.
¡Sí! A los niños les encantan los monos y las cascadas. Solo ten en cuenta que los bebés deben ir en el regazo de un adulto o en un asiento especial (lo proporcionamos si lo pides con anticipación).
Claro, el guía puede ajustar el horario o cambiar paradas según tus intereses y ritmo.
Usa ropa que cubra hombros y rodillas; en los templos suelen ofrecer sarongs si los necesitas.
Se camina en cada sitio (sobre todo en la cascada Tegenungan), pero hay muchas pausas y el conductor se encarga de los traslados entre lugares.
Tu propio guía-conductor de habla inglesa se encarga de todo, incluyendo estacionamiento, combustible, impuestos locales, seguro y recogida y regreso al hotel en un coche cómodo. Asientos para bebés disponibles si avisas con tiempo.
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