Vas a cruzar impresionantes vistas del canal, adentrarte en las sombras de la antigua Micenas, probar tu voz en el eco del teatro de Epidauro y perderte en las coloridas calles de Nafplio tras un auténtico almuerzo griego. Con historias locales y tiempo para pasear o simplemente sentarte junto al mar, esta experiencia es más que visitar lugares: es dejar que Grecia te entre poco a poco.
No esperaba que el viento soplara tan fuerte cuando paramos sobre el Canal de Corinto; parecía que nos quería empujar al vacío. Nuestro conductor, Yannis, señaló un barco que se colaba por ese estrecho corte azul. Nos contó cómo el canal separa el Peloponeso del resto de Grecia, algo que nunca me había imaginado tan claro. Las paredes de piedra caliza parecían recién cortadas, casi demasiado perfectas. En el aire flotaba un leve olor a diésel y varios hombres mayores vendían rosquillas de sésamo cerca del aparcamiento; uno me guiñó un ojo cuando le compré una (seguro que pagué de más).
Micenas tenía un peso distinto. Al pasar bajo la Puerta de los Leones, casi esperaba escuchar un ejército marchando detrás. Las piedras son tan enormes que cuesta creer que las hayan puesto humanos; Yannis las llamó muros ciclópeos y bromeó diciendo que solo gigantes podrían haberlos construido. Dentro, solo se oían nuestros pasos sobre la grava y un par de cuervos discutiendo en lo alto. Subimos hasta la supuesta tumba de Agamenón; el aire allí era fresco y polvoriento, y traté de imaginar cómo sonarían esas leyendas en vivo. No estoy seguro de haberlo logrado, pero estar allí me puso la piel de gallina.
Epidauro era distinto, más ligero. El teatro está en un valle rodeado de colinas y se escucha todo; un alemán dejó caer una moneda en el centro y se oyó sonar hasta arriba. Un niño empezó a recitar líneas (en griego, solo entendí un par de palabras) y todos aplaudieron como si fuera una estrella. Es increíble cómo un lugar tan antiguo sigue tan vivo.
Nafplio fue la sorpresa más grande. Después de almorzar (cordero asado que se deshacía con solo un tenedor), paseamos por callejuelas empedradas pintadas de mil colores: contraventanas azules, buganvillas rosas por todas partes, balcones venecianos con ropa ondeando al viento del mar. Yannis nos contó de los 999 escalones hasta la fortaleza de Palamidi, pero sinceramente, tras el postre no subía ni uno más, solo quería sentarme en otra silla junto al puerto. El aire olía a sal, pescado a la parrilla y algo dulce, ¿quizás miel? Vimos a niños persiguiendo palomas en la plaza Syntagma mientras los locales tomaban café durante horas.
La excursión privada de día completo suele durar unas 10 horas, incluyendo el viaje desde Atenas.
Sí, incluye recogida y regreso al hotel, aeropuerto o puerto en Atenas.
No, no hay guía oficial dentro de los sitios; los conductores comentan desde fuera pero no entran contigo.
Sí, se incluye un almuerzo tradicional griego como parte de la experiencia.
No se menciona que las entradas estén incluidas; consulta con el proveedor antes de reservar.
Los locales dicen que son 999 escalones desde la ciudad hasta Palamidi.
Sí, los bebés pueden unirse pero deben ir en el regazo de un adulto; hay asientos especiales para bebés si se necesitan.
El Teatro Antiguo de Epidauro es famoso por su acústica perfecta y su diseño helenístico muy bien conservado.
Tu día incluye transporte privado con WiFi a bordo, agua embotellada para el camino, comentarios de conductores expertos (no guías oficiales), recogida y regreso en hotel o aeropuerto en Atenas, aire acondicionado durante todo el recorrido y un almuerzo tradicional griego antes de volver.
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