Caminarás por calles milenarias, subirás en teleférico sobre los tejados de Tiflis, escucharás historias de un guía local y estarás donde se unen dos ríos en sitios UNESCO, todo en un solo día.
El aire de la mañana en Tiflis siempre tiene un toque fresco, incluso en verano. Empezamos en la Catedral de la Santísima Trinidad, que los locales llaman Sameba. Es enorme, pero lo que más me impactó fue el silencio dentro. Nuestra guía Tamuna nos contó que es una de las catedrales ortodoxas más grandes del mundo. Las velas parpadeaban suavemente y se olía el incienso de un servicio que acababa de terminar. Afuera, los vendedores ambulantes ofrecían imanes en forma de iglesia y churchkhela fresca, esos dulces georgianos de nueces ensartadas en hilos.
Cruzando el río, paramos en la iglesia de Metekhi y frente a la estatua del rey Vakhtang Gorgasali, el fundador de Tiflis. Desde aquí hay una vista genial del casco antiguo. Tamuna nos señaló cómo la ciudad se extiende a ambos lados del río Kura, con casas antiguas de ladrillo aferradas a las laderas.
El paseo en teleférico hasta la fortaleza de Narikala fue corto pero divertido; los niños pegaban la cara al cristal mientras sobrevolábamos tejados y callejones enredados. Arriba, la vista panorámica de Tiflis es espectacular; se ven desde puentes modernos de cristal hasta cúpulas antiguas. La fortaleza está en ruinas, pero aún puedes caminar por ella y imaginar cómo fue hace siglos.
De vuelta en Abanotubani, el barrio de los baños de azufre huele ligeramente a minerales, un poco a huevo, pero nada desagradable. El vapor sale de las casas de baños con cúpulas incrustadas en la ladera. Pasamos junto a una pequeña cascada escondida tras muros de ladrillo viejo; casi no la veo si Tamuna no me la hubiera señalado. Los locales dicen que es un lugar de buena suerte para fotos de boda.
Después de comer (probamos khinkali en un local pequeño cerca de la plaza Meidan), nos fuimos a Mtskheta, a media hora si no hay tráfico. Este pueblo tiene un ritmo más tranquilo, como detenido en el tiempo. El monasterio de Jvari se alza en una colina ventosa desde donde se ven los dos ríos que se juntan abajo. Dentro de la catedral de Svetitsjoveli, la luz entra por ventanas estrechas iluminando frescos desgastados. Tamuna nos contó que aquí se guarda, según la tradición georgiana, la túnica de Cristo.
¡Sí! A los niños les encanta el teleférico y explorar las antiguas fortalezas; solo hay que vigilar en escaleras o terrenos irregulares.
Se camina bastante en ambas ciudades, principalmente por calles empedradas y caminos con cuestas, así que lo mejor es llevar calzado cómodo.
No incluye comidas, pero nuestro guía recomienda buenos sitios para almorzar en el casco antiguo de Tiflis.
El tour incluye escaleras y superficies irregulares en algunos lugares; avísanos para asesorarte o adaptar el recorrido si es posible.
El día incluye transporte entre paradas, entradas a las principales atracciones, un guía local amable que comparte historias, tickets para el teleférico a Narikala y agua mineral embotellada para cada viajero.
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