Pedalea con calma por los viñedos de Saint-Emilion en bici eléctrica (sin necesidad de lycra), prueba vinos en dos bodegas históricas, disfruta un picnic francés bajo los árboles y recorre las calles medievales con un guía local. Risas, nuevos amigos y momentos sensoriales que recordarás mucho después de dejar Burdeos.
Alguien me entregó una bici eléctrica a las afueras de Burdeos, y debo admitir que al principio estaba un poco nervioso. El asiento parecía más alto que en mis paseos habituales por la ciudad, pero nuestra guía, Camille, lo ajustó con un giro experto y sonrió: “Me lo agradecerás en las cuestas”. Tenía razón. El aire de la mañana en Saint-Emilion olía a hierba mojada y algo dulce, tal vez flores silvestres o simplemente la promesa del vino que vendría después. Partimos entre hileras de viñas que parecían demasiado perfectas para ser reales, con el sol filtrándose entre las hojas mientras avanzábamos por caminos diminutos que jamás habría encontrado solo.
La primera parada fue en un château familiar donde Madame Laurent nos recibió con las manos llenas de harina — acababa de hornear el pan para nuestro picnic. Su perro nos siguió por la bodega (creo que le gustaba más el fresco suelo de piedra que nosotros). Probar su tinto fue distinto a cualquier botella de supermercado; tenía una textura aterciopelada y un toque terroso, si eso tiene sentido. El almuerzo llegó en tablas de madera: quesos que olían a cuevas antiguas, tomates aún tibios del sol y un pan que crujía al partirlo. Nos sentamos bajo un árbol y compartimos historias de caídas en bici — el inglés de Camille está lleno de bromas, así que mi francés tambaleante no importó.
La segunda bodega tenía contraventanas azules y un gato dormía en la ventana. No recuerdo todos los nombres de las uvas (¿Merlot? ¿Cabernet Franc?), pero sí la calma que había allí — solo el tintinear suave de las copas mientras alguien intentaba adivinar sabores (“¿Ciruela?” “No… ¿tabaco?”). Después de eso, llegamos al propio Saint-Emilion. El pueblo es un laberinto de calles empinadas y muros de piedra antigua; se mezcla el aroma del pan recién horneado con ese olor terroso de las bodegas subterráneas. Paseamos un rato antes de la última cata en una tiendita donde el dueño servía con las dos manos y nos contaba sobre las cosechas de su abuelo.
No dejo de pensar en lo fácil que fue reír con desconocidos mientras compartíamos queso o simplemente quedarnos en silencio mirando las viñas que se perdían en el horizonte. Si te interesa un poco el vino o quieres conocer Saint-Emilion sin prisas, de verdad que este tour de un día vale la pena. Aún recuerdo la risa de Camille cuando pronuncié mal “terroir”.
El tour dura unas 8–9 horas, incluyendo el traslado desde Burdeos.
Sí, incluye catas en dos châteaux y otra más en el pueblo de Saint-Emilion.
Sí, hay un picnic con productos franceses en una de las bodegas.
Debes sentirte cómodo en bici y tener buena forma física; las bicis eléctricas facilitan las cuestas.
Se proporcionan ponchos; si el clima es muy malo, se sustituye el recorrido en bici por traslado en furgoneta.
No, el punto de encuentro es en Burdeos con el guía.
Sí, todos los participantes reciben casco.
No se recomienda para embarazadas debido a la actividad en bici.
El día incluye encuentro con tu guía de habla inglesa en Burdeos, traslado en minivan a Saint-Emilion, entrega de bici eléctrica con casco, agua embotellada para el recorrido, visitas guiadas y catas en dos bodegas más otra en el pueblo, además de un picnic con quesos y panes locales — todo incluido antes de regresar a Burdeos por la tarde.
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