Camina por las calles del pueblo y los silenciosos pasillos de la Abadía de Mont Saint-Michel con un grupo pequeño y guía local. Prueba sidra normanda en un acogedor granero antes de regresar a París—una excursión que mezcla leyendas antiguas, risas y sabores que recordarás mucho tiempo.
Casi perdemos la furgoneta en París porque me quedé embobado mirando el escaparate de una pastelería—típico en mí. Nuestra guía, Camille, solo sonrió y nos hizo señas como si fuera lo más normal del mundo. El viaje hasta Mont Saint-Michel duró más de lo que pensaba (unas cuatro horas), pero la verdad es que ver cómo el paisaje cambiaba del gris urbano al verde normando fue casi una meditación. En el grupo, alguien aprovechó para echarse una siesta y otro intentó enseñarme trabalenguas en francés (fracasé estrepitosamente).
La primera vez que ves Mont Saint-Michel emergiendo de las marismas es… raro, pero mágico. Como estar en un cuento de hadas, aunque un poco fresquito por el viento que viene de la bahía. Camille nos contó historias de monjes que se escondían de invasores allí mismo—señaló unas piedras cubiertas de musgo donde supuestamente cayeron flechas. Dentro de la Abadía se respira un silencio que hace que tus pasos suenen demasiado fuerte. Mi rincón favorito fue el claustro; la luz entrando en ángulo por los arcos, el aire salado mezclado con incienso. Toqué una de las columnas de piedra, fría y áspera al tacto—imposible no pensar en todas las manos que la han rozado antes.
La comida fue por nuestra cuenta (las tortillas son famosas pero caras—compartí una con otro viajero). Después nos perdimos por callejuelas torcidas, pasando por tiendas de souvenirs y gatos tomando el sol en los alféizares. En un momento me separé del grupo unos minutos y terminé charlando con una mujer local que llevaba toda la vida allí; se rió cuando intenté pronunciar “Mouton Blanc”.
La excursión terminó con una cata de sidra cerca—la sidra normanda es seca y con un toque peculiar, nada que ver con lo que había probado antes. Brindamos en un granero de techos bajos mientras Camille nos explicaba cómo el aire salado hace que las manzanas tengan un sabor diferente. De vuelta a París, todos estuvimos en silencio un rato. No podía dejar de pensar en cómo la marea cubre el camino cada noche, y cómo la gente ha construido su vida alrededor de algo que cambia tanto.
El viaje dura aproximadamente cuatro horas en minibús desde París, cada trayecto.
Sí, la entrada está incluida y evitarás las largas colas.
No, la comida no está incluida; puedes elegir dónde comer en el pueblo.
Sí, el transporte ida y vuelta en minibús con aire acondicionado está incluido.
Probarás sidra local de Normandía cerca de Mont Saint-Michel después de visitar la Abadía.
Los grupos son pequeños, con un máximo de 8 personas.
La edad mínima para participar es de 7 años.
Un conductor/guía experto acompaña al grupo durante todo el día.
Tu día incluye transporte ida y vuelta desde París en minibús, entrada sin colas a la Abadía de Mont Saint-Michel, todas las entradas cubiertas, guía local experto durante toda la jornada y una cata de sidra normanda antes de regresar por la tarde.
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