Conocerás tres tribus únicas—Mursi, Hamer y Karo—en solo tres días. Si buscas encuentros reales y historias que no encuentras en internet, este tour por el Valle del Omo es para ti.
Al aterrizar en Jinka justo después del almuerzo, el aire se sentía denso y con un toque dulce, casi terroso. Nuestro guía, Dawit, nos esperaba justo afuera del pequeño aeropuerto, saludando como si nos conociera de toda la vida. Tras una breve parada en un café junto a la carretera (el café aquí es fuerte y con un toque ahumado), nos dirigimos al Museo de Jinka. Es pequeño, pero está lleno de historias: herramientas antiguas, cuentas de colores y hasta una foto descolorida de un anciano Ari de hace décadas. Más tarde, paseando por el pueblo Ari, los niños se acercaban riendo y mostrando sus pulseras hechas a mano. El sol de la tarde teñía todo de naranja. Recuerdo el olor a humo de leña que salía de una de las chozas mientras nos íbamos a la casa de huéspedes.
La mañana siguiente empezó temprano, antes del amanecer. El camino hacia el pueblo Mursi fue accidentado; el polvo se levantaba tras nuestra furgoneta y las cabras cruzaban la carretera como si fueran dueñas del lugar. Conocer a las mujeres Mursi fue algo que nunca olvidaré. Sus platos labiales son reales, mucho más grandes de lo que imaginaba, y se reían cuando intentaba preguntar sobre ellos en un amárico básico. Nuestro guía explicó que estas tradiciones vienen de generaciones atrás. Después de almorzar (una sencilla injera con lentejas picantes en un lugar local), seguimos hacia el sur hasta Turmi. La tribu Hamer nos recibió con música y baile. Las mujeres llevaban capas de cuentas y pesados collares de hierro que tintineaban al moverse. Una de las ancianas me dejó probarme un collar, que era más pesado de lo que parecía. Pasamos la noche en Turmi Lodge; se escuchaba el tambor lejano hasta entrada la noche.
En nuestro último día, salimos temprano rumbo al pueblo Karo. El río Omo brillaba con la luz de la mañana y había libélulas por todos lados. Los Karo se pintaban la cara con tiza y ocre; algunos diseños eran tan detallados que tuve que preguntar cuánto tiempo les llevaba (a veces horas). Nuestro guía nos contó que quedan solo unos 1,500 Karo. Después de tomar algunas fotos (siempre pidiendo permiso primero), regresamos a Jinka para un almuerzo temprano: jugo de mango fresco y pan frito en un café pequeño cerca del mercado. Luego, de vuelta al aeropuerto para nuestro vuelo a Addis. Todo el viaje se sintió como entrar en otro mundo, donde el tiempo va más lento y cada instante es nuevo.
Sí, los vehículos y la mayoría de las paradas son accesibles para sillas de ruedas. Cuéntanos tus necesidades para ayudarte a que la experiencia sea cómoda.
Lleva protector solar, sombrero, ropa ligera para el calor y ropa respetuosa para las visitas. Puedes llevar cámara, pero siempre pide permiso antes de tomar fotos.
Los almuerzos están incluidos en cafés o lodges locales. Podrás probar platos tradicionales etíopes como injera y lentejas.
Conocerás a los miembros de las tribus directamente, con la ayuda de nuestros expertos locales que traducen y explican las costumbres durante el recorrido.
Tu tour incluye guías locales que conocen bien estas comunidades, todo el transporte terrestre en vehículo con aire acondicionado, vuelos domésticos entre Addis y Jinka, y almuerzos en lugares auténticos. Hay acceso para sillas de ruedas en todo el recorrido. Solo avísanos si tienes alguna petición especial, estaremos encantados de ayudarte.
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