Prepárate para recorrer la cresta privada de Honolua en Maui con un guía local que conoce cada planta por su nombre. Verás especies nativas raras, escucharás historias sobre la conservación en la reserva Puʻu Kukui, disfrutarás snacks locales y descubrirás rincones de Maui que la mayoría de visitantes no conocen—una experiencia que se queda en la memoria mucho después de irte.
Lo primero que noté al bajar de la van fue el silencio que había aquí arriba—solo el viento moviendo las hojas y algunos cantos de pájaros lejanos que no pude identificar. Nuestro guía, Kaleo, me entregó un bastón para caminar (al principio pensé que era mucho, pero luego le agradecí) y me señaló una flor amarilla diminuta que asomaba entre el musgo. La llamó ‘ohia lehua—me dijo que solo crece en estos bosques nativos alrededor de Puʻu Kukui. Intenté repetir el nombre y él sonrió, corrigiendo mi pronunciación sin hacerme sentir torpe. El aire también olía distinto—como corteza húmeda y algo con un toque a jengibre.
Empezamos por el sendero de la cresta de Honolua, que está en tierras privadas de conservación a las que no puedes entrar por tu cuenta. No es una caminata larga—unos tres kilómetros ida y vuelta—pero hay raíces por todos lados y a veces toca agacharse o esquivar charcos de barro. Kaleo se detenía seguido para mostrarnos cosas: un caracol más pequeño que la uña del pulgar, un helecho que se enrollaba cuando lo tocabas. En un momento se agachó a sacar agua de un arroyo y explicó cómo todo aquí está conectado con el suministro de agua de Maui. Nunca me había puesto a pensar de dónde viene el agua de la ducha o la piscina.
Hubo un instante a mitad del camino en que todos nos quedamos quietos porque un par de pájaros ‘apapane pasaron volando con su rojo brillante entre el follaje—Kaleo se emocionó de verdad y empezó a silbar su canto en respuesta (él es mucho mejor imitando sonidos de aves que yo). El grupo guardó silencio un rato después, solo escuchando el viento y nuestra respiración. Para entonces mis zapatos ya estaban embarrados pero la verdad no me importó; se sentía bien estar en un lugar que no está preparado para turistas. Los snacks supieron a gloria después de todo eso—nueces de macadamia y piña seca nunca me habían sabido tan bien.
Sigo pensando en lo que dijo Kaleo al final: “Si amas este lugar, lo cuidas.” Simple pero cierto. La caminata no fue difícil pero me marcó más que cualquier día en la playa—supongo que porque sentí que veía Maui desde dentro, no solo por encima.
El sendero tiene unos 3 km ida y vuelta con terreno irregular y algo de barro; se recomienda estar en forma moderada pero no es agotador.
Los niños pueden participar si caminan solos; los bebés deben ir en el regazo de un adulto durante el traslado.
Usa zapatos resistentes que puedas ensuciar, lleva agua, protector solar y quizá un impermeable ligero—en el bosque puede haber humedad.
No hay instalaciones en el camino; lo mejor es usar baños antes de la recogida o en el punto de encuentro.
Podrías ver aves nativas como el ‘apapane o caracoles raros; no es seguro pero los guías ayudan a encontrarlos.
Tu día incluye recogida en vehículo con aire acondicionado desde puntos centrales de Maui, snacks como nueces de macadamia y frutas secas durante la caminata, además de la guía de un experto local en conservación que comparte historias mientras exploras tierras privadas antes de volver cómodo.
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