Navegarás por el Nilo en tu propia feluca privada, degustarás comida casera nubia, contemplarás atardeceres desde tu colchón y visitarás templos antiguos con un guía local —sin multitudes, solo pura magia del río.
El Nilo se siente distinto cuando estás tan cerca del agua. Recuerdo haber subido a nuestra feluca justo después del almuerzo: el sol era cálido pero no abrasador, y se percibía un leve aroma a cañas del río mezclado con algo especiado que venía de la cocina. La tripulación nos recibió con grandes sonrisas y en minutos ya navegábamos hacia el norte, dejando atrás el bullicio de Asuán. El barco avanzaba lo suficientemente despacio como para ver a los niños saludando desde la orilla y escuchar el canto de las aves sobre el agua. El almuerzo fue sencillo pero fresco: pan plano, verduras a la parrilla y un guiso que sabía como hecho por la abuela de alguien.
Las tardes transcurrían perezosas. A veces me recostaba en mi colchón y veía deslizarse las palmeras; otras, charlaba con nuestro guía sobre la vida en Nubia o capturaba fotos de pescadores remando en pequeñas barcas. La hora del té se volvió un ritual: té negro dulce servido en vasos pequeños mientras observábamos el cielo tornarse dorado. Al atardecer, todo quedaba en silencio salvo el suave chapoteo del agua contra el casco. Las noches eran aún mejores: cena bajo las estrellas, seguida de música y risas alrededor de una pequeña fogata en la orilla. La tripulación cantaba canciones antiguas —no conocía las letras, pero aplaudía igual.
En nuestra última mañana, tras el desayuno (huevos cocinados justo en la cubierta), nos encontramos con nuestro conductor y guía para un breve traslado al Templo de Kom Ombo. Hay algo inquietante en esos dioses gemelos tallados en piedra —Sobek con cabeza de cocodrilo, Haroeris a su lado— y nuestro guía explicó cómo los locales los temían y veneraban a ambos. Luego, nos dirigimos a Edfu para visitar el templo de Horus —columnas enormes, estatuas de halcones por doquier— y finalmente terminamos en Luxor, polvorientos pero felices. Si buscas la verdadera vida del río sin multitudes ni ruido, esto es lo que necesitas.
Es una experiencia privada —solo tu grupo y la tripulación a bordo.
¡Sí! Todas las comidas son preparadas frescas por la tripulación directamente en el barco —desayuno, almuerzo, cena y pausas para el té.
Por supuesto —la feluca es accesible para sillas de ruedas y también hay opciones para cochecitos o carritos de bebé.
Una chaqueta ligera para las noches frescas ayuda; tal vez un libro o cámara para los momentos de descanso en la cubierta.
Tu propia feluca privada (sin otros huéspedes), todas las comidas a bordo (desayunos, almuerzos, cenas), visitas guiadas a los templos de Kom Ombo y Edfu, todas las entradas y tasas, además de acceso adaptado para sillas de ruedas en todo momento. También está incluido el transporte entre los sitios —solo relájate y disfruta del viaje.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?