Camina por la Comuna 13 de Medellín con un guía local, prueba comida callejera como empanadas y helado de mango en casa de un vecino. Sube en los escaladores al aire libre, escucha historias personales de transformación y disfruta de miradores con vistas increíbles de la ciudad — momentos que te quedarán para siempre.
Empezamos a subir hacia la Comuna 13 justo después del desayuno — la ciudad ya se sentía viva y ruidosa, pero aquí arriba era diferente. La música retumbaba desde algún lugar detrás de un muro lleno de colores, y nuestro guía, Juan, nos llamó para mostrar un mural que, según él, su primo ayudó a pintar. No podía dejar de admirar los colores — claro, había visto fotos en internet, pero parado frente a esas paredes, también percibías el aroma a masa frita y mango de un carrito cercano. La gente nos saludaba al pasar. Algunos niños reían en las escaleras. No parecía un museo; era el barrio de alguien (porque lo es).
Juan nos llevó por callejones estrechos llenos de grafitis — algunos brillantes, otros con un aire casi fantasmal. Contaba historias de lo que pasó aquí hace años. No esperaba que se me pusiera la piel de gallina al escuchar sus recuerdos familiares. En un momento entramos a la casa de su abuela (que nos sonrió tímidamente) para probar un helado casero de mango con sal y limón. No voy a mentir, al principio me sonó raro, pero era dulce y ácido a la vez — perfecto para ese calor pegajoso. Nos sentamos alrededor de su mesa mientras Juan nos contaba cómo ha cambiado la Comuna 13. El cuarto estaba en silencio, salvo por algún que otro teléfono vibrando.
Los escaladores son una locura — están al aire libre, zigzagueando por la ladera donde menos te lo imaginas. Subir con la gente se siente casi normal hasta que recuerdas por qué están ahí: para que la gente pueda llegar a casa más rápido y segura después de décadas de lucha. Desde el mirador en la cima se ve todo Medellín extendido abajo; intenté sacar una foto, pero no logra captar lo inmenso que se siente. Había una brisa que me hizo desear haber traído una chaqueta.
Terminamos cerca de Independencia 2, donde Juan señaló más murales y habló del pasado — a veces pesado, pero nunca sin esperanza. Incluso bromeó con mi acento en español (“muy gringo,” dijo). Bajando, compramos empanadas y patacón con hogao en un puesto callejero, y la vendedora me guiñó un ojo al darme salsa extra. Sigo pensando en esa vista desde arriba, no solo en la ciudad, sino en todas esas historias que hay debajo.
El tour suele durar entre 3 y 4 horas, según el ritmo del grupo.
Sí, incluye degustaciones de empanadas, patacón con hogao, salchichas y helado de mango.
Sí, todos los guías son residentes locales que comparten sus historias personales.
Sí, subir en los escaladores eléctricos al aire libre forma parte de la experiencia.
Sí, las familias son bienvenidas; los bebés pueden ir en cochecito durante el recorrido.
El tour de graffiti se ofrece en inglés y español con guías locales.
No, el punto de encuentro está en el barrio 20 de Julio, Medellín.
Sí, los guías explican tanto el contexto histórico como sus experiencias personales durante el paseo.
Tu día incluye caminar por los barrios más vibrantes de Medellín con un guía local (en inglés o español), degustar empanadas frescas, patacón con hogao, salchichas y helado casero de mango servido en casa de un vecino; subirás en los famosos escaladores al aire libre para llegar a miradores panorámicos antes de bajar caminando.
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