Aprenderás a cocinar centolla fueguina fresca con locales en Puerto Almanza, explorarás senderos tranquilos junto al Canal Beagle, disfrutarás un almuerzo con mariscos frescos y terminarás relajándote junto al fuego con delicias caseras, todo a un paso de Ushuaia.
Salir de Ushuaia fue como entrar en otro mundo: nubes bajas, el camino bordeando el bosque. Pasamos por casitas de pescadores y el olor a leña nos acompañó hasta llegar a Puerto Almanza, un pueblo tranquilo justo al lado del Canal Beagle. Nuestro guía, Martín, nos señaló dónde estuvo el viejo aserradero, ahora solo un rincón lleno de flores silvestres. Fácil de pasar desapercibido si no lo buscas.
Al recorrer la ruta de la centolla, noté cómo el aire cambiaba: fresco, salado, con un toque de algas. El sendero serpenteaba entre árboles cubiertos de musgo hasta llegar a un lugar donde se veían trampas de cangrejo flotando en el agua. Los locales saludaban desde sus botes; uno hasta gritó algo sobre “la centolla más grande” que había atrapado esa mañana. Sacamos fotos que solo salen cuando la luz es perfecta y no hay nadie más alrededor.
La caminata hasta la Cascada del Duende fue suave, apta para todos en el grupo (incluso mi tía con el cochecito lo disfrutó). El sonido del agua se fue intensificando y de repente apareció: una pequeña cascada escondida entre helechos. No es enorme, pero encaja perfecto con el lugar.
De vuelta en la cocina, la chef Ana nos recibió con delantal y sonrisa. Nos enseñó a abrir una centolla viva (no te preocupes, te guían paso a paso), a preparar mezclas de hierbas locales para sazonar y hasta a hacer un postre con frutos que ella misma había recogido esa mañana. Todavía recuerdo cómo mis manos quedaron perfumadas a limón y mar después de manipular la carne.
El almuerzo se sirvió junto a una ventana con vista al canal; perdí la noción del tiempo viendo pasar los botes de pesca. La centolla llegó humeante, entera o gratinada con queso si preferías. También hubo mejillones y pescado fresco de la pesca del día. Todo con sabores limpios y sencillos, sin salsas complicadas.
Después de comer más de la cuenta, caminamos hasta un antiguo punto de encuentro de los pueblos Selk’nam y Yámana. Se escuchaban aves marinas y alguien vio un cóndor dando vueltas en el cielo. Flores silvestres crecían entre las rocas junto a la orilla. De regreso, nos calentamos junto al fuego con chocolate caliente y tortillas caseras asadas en palitos (Ana asegura que las suyas son las mejores). El chocolate se derretía justo para ser un poco desordenado, pero perfecto.
¡Sí! Las caminatas son suaves y se puede ir con cochecitos o sillas de ruedas sin problema. A los niños les encanta ayudar en la cocina.
Para nada, la chef te guía paso a paso. Es divertido tanto si eres novato como si ya sabes cocinar mariscos.
Avísanos con anticipación y podemos preparar alternativas con productos frescos locales.
Unos 75 km, un viaje panorámico de aproximadamente 1 hora y 15 minutos en cada tramo.
Incluye traslado desde Ushuaia en vehículo con aire acondicionado, toda la comida: plato principal de centolla (entera o gratinada), postre, bebidas (con o sin alcohol), clase práctica con chef local, guía bilingüe (español/inglés/portugués) y snacks junto al fuego antes de regresar.
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