Disfruta vinos argentinos en una bodega acogedora de Buenos Aires con un guía local que comparte las historias detrás de cada copa. Marida con quesos y mermeladas, aprende sobre la cultura del vino en Argentina y vive esos pequeños momentos—como las risas por las palabras mal pronunciadas—que recordarás mucho después del viaje.
Lo primero que pasó fue que la sommelier—Lucía—sonrió cuando intenté pronunciar “Malbec” al estilo porteño, un poco nervioso. Sirvió la primera copa y dijo: “No te preocupes, cada quien lo dice a su manera.” La bodega estaba escondida tras una puerta discreta en San Telmo, y la verdad, casi paso de largo si ella no me hubiera invitado a entrar con la mano. Se sentía un aroma suave a madera vieja y algo floral—quizá de la mermelada que acompañaba los quesos. Nos sentamos alrededor de una mesa de madera robusta, éramos cinco más Lucía, que parecía conocer cada detalle de la cultura del vino en Buenos Aires.
Nos contó cómo el Malbec se volvió el emblema argentino (yo no sabía que no es originario de acá), y mientras pasaba las tablas de quesos, habló de la viña de su abuelo cerca de Mendoza. Me gustó que no apuraba el ritmo—nos dejaba girar y oler el vino todo el tiempo que quisiéramos. En un momento alguien preguntó si se podía maridar con dulce de leche, lo que provocó risas (al parecer, no es buena idea). Afuera la ciudad parecía lejana; adentro solo se escuchaban copas chocando y charlas suaves. No paraba de fijarme en cómo la luz se reflejaba en las botellas alineadas en la pared—algunas con polvo, otras nuevas—y por un instante perdí la noción del tiempo.
Probamos tres vinos distintos durante la cata (el Torrontés me sorprendió, olía casi a duraznos), cada uno acompañado de algo salado o dulce. Lucía nos contó cómo acá el vino es más una excusa para juntarse que solo para beber. Incluso nos mostró un gesto típico al brindar—golpear la copa suavemente contra la mesa antes de chocar. Es un detalle pequeño, pero por un momento me hizo sentir parte de todo eso. La experiencia duró unas dos horas, pero se sintió más lenta, más relajada que otras visitas que he hecho. Sigo recordando ese último sorbo antes de salir de nuevo al bullicio de San Telmo.
Sí, tanto el lugar como las opciones de transporte son accesibles para silla de ruedas.
Incluye una tabla de quesos con mermelada como parte del maridaje.
Probarás varios varietales auténticos argentinos durante la sesión guiada.
Sí, la experiencia está liderada por un guía local experto y un sommelier de la casa.
La cata se lleva a cabo en una bodega privada en uno de los barrios más emblemáticos de Buenos Aires.
No, se recomienda reservar al menos 24 horas antes para asegurar disponibilidad.
Sí, los animales de servicio están permitidos durante el tour.
Tu día incluye entrada a una bodega privada en Buenos Aires, catas guiadas por un sommelier local, varios vinos argentinos para probar con maridajes de quesos y mermeladas, todo en buena compañía antes de volver a la ciudad.
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