Si quieres sentir Safranbolu de verdad, no solo verlo, este tour es para ti. Pasearás por calles históricas, probarás comida local, explorarás cuevas y pueblos, y escucharás historias de alguien que conoce cada rincón. No es solo turismo, es entrar en otro mundo por un día.
¿Has sentido esa sensación al pisar calles empedradas y respirar un leve aroma a humo de leña? Así empezó nuestro día en Safranbolu. Nuestro guía, Ahmet, nos esperaba junto a la antigua mansión del gobernador; nos señaló la escritura otomana desgastada sobre la puerta antes de llevarnos a la histórica prisión. El lugar aún guarda ecos de historias; si prestas atención, casi puedes oír el tintinear de las llaves. La torre del reloj sonó mientras paseábamos por Minia City, donde las pequeñas réplicas de famosos monumentos turcos nos sacaron sonrisas como niños.
El casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un laberinto de callejuelas estrechas y casas de madera con tejados rojos. Entramos al bazar arasta —el olor a simit recién hecho de un vendedor ambulante nos tentó— y vimos a un anciano puliendo teteras de cobre en su puesto. Cerca, las fuentes murmuraban tranquilas. Nuestro guía nos contó cómo estas casas llevan siglos en pie, algunas habitadas por familias que llevan generaciones aquí.
Tuvimos la oportunidad de asomarnos a una de las mansiones mejor conservadas de Safranbolu —pisos que crujían y rayos de sol filtrándose por vitrales de colores. Luego visitamos el baño turco y el caravansar, donde casi pude imaginar a viajeros descansando tras largos trayectos a caballo. El almuerzo fue sencillo pero reconfortante: sopa de lentejas y gözleme en un local cerca de la plaza principal.
Más tarde exploramos una cueva bajo la montaña (lleva una chaqueta ligera, el aire se enfría rápido). En el pueblo de Yörük, el tiempo parecía detenerse; ovejas pastaban en las colinas lejanas y los vecinos saludaban desde sus jardines. La Terraza de Cristal nos regaló vistas impresionantes sobre valles verdes —¡mis piernas temblaban al mirar a través del suelo de vidrio! La última parada fue un antiguo acueducto donde el agua aún corre entre piedras cubiertas de musgo. Al final de la tarde, me di cuenta de que apenas había mirado el móvil en todo el día.
¡Sí! El recorrido es accesible para cochecitos y hay muchas pausas. A los niños les suele encantar explorar la cueva y ver la ciudad en miniatura.
El tour diario es en inglés por defecto, pero si lo pides al reservar, podemos organizar guías en alemán o ruso.
Lo mejor es llevar calzado cómodo porque se camina mucho por calles irregulares. También una chaqueta ligera para la cueva, que suele estar fresca.
El día incluye almuerzo en un restaurante local, todas las entradas, transporte con aire acondicionado por la ciudad y un guía experto en inglés que compartirá historias y responderá tus preguntas.
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