Caminarás por las antiguas calles de Éfeso, verás dónde estuvo el templo de Artemisa, visitarás la tranquila casa en la colina de María y luego sumergirás tus pies en las surrealistas piscinas blancas de Pamukkale—todo acompañado de historias locales y auténticos sabores turcos en el camino.
La primera vez que vi las antiguas piedras de Éfeso fue justo después del amanecer: aire fresco, un poco húmedo, y el canto de los pájaros resonando entre las ruinas. Nuestro guía, Mehmet, señalaba grabados desvanecidos a lo largo del camino de mármol que la mayoría de la gente pasa por alto. Tenía historias para cada columna. Paseamos por lo que antes fueron calles bulliciosas, imaginando la ciudad llena de comerciantes y filósofos. El Templo de Artemisa ahora es solo cimientos, pero estando allí entiendes por qué fue considerado una maravilla del mundo. Cerca hay un pequeño vendedor que ofrece simit fresco; cómprate uno si tienes hambre—está tibio y con un sabor a nuez gracias al sésamo.
Más tarde ese día subimos por carreteras serpenteantes hasta la Casa de la Virgen María. Allí reina la calma, casi un silencio reverente, y se percibe el aroma del tomillo silvestre en el aire. Los peregrinos dejan notas escondidas en una pared junto al manantial; algunas son oraciones, otras simples agradecimientos. Esa noche nos alojamos en Kuşadası en un hotel local de 4 estrellas—camas sencillas pero cómodas y un desayuno con aceitunas, queso y un fuerte té turco.
El segundo día empezó temprano de nuevo, rumbo a Pamukkale. Las terrazas blancas parecen irreales con la luz de la mañana—como nieve, pero cálida bajo los pies. Mojé los dedos en una de las piscinas poco profundas; el agua se sentía sedosa y dejaba un leve aroma mineral en la piel. Caminamos junto a la Puerta de Domiciano y viejas columnas antes de detenernos en Karahayit para probar sus aguas termales rojas (los locales dicen que son buenas para las articulaciones). Nuestro guía nos dejó explorar Hierápolis por nuestra cuenta un rato—me encontré solo bajo un antiguo arco de piedra, escuchando el zumbido de las cigarras bajo el calor.
¡Sí! El ritmo de caminata es tranquilo y la mayoría de los caminos son planos o con pendientes suaves. Los guías se adaptan a las necesidades del grupo.
Lleva calzado cómodo para caminar sobre piedras irregulares, un sombrero para protegerte del sol, traje de baño si quieres mojarte los pies en Pamukkale y algo ligero para las mañanas frescas.
El desayuno está incluido en el hotel; las demás comidas no, pero hay muchos lugares locales donde probar la gastronomía regional durante el recorrido.
Pasarás días completos explorando con descansos incluidos—espera comenzar temprano para aprovechar cada sitio antes de que lleguen las multitudes.
Esta excursión incluye recogida y regreso al hotel en Estambul, todo el transporte en minibús o autocar cómodo, alojamiento de una noche en Kuşadası (4 estrellas), desayuno en el hotel, además de un guía local experto que comparte historia y consejos durante ambos días.
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