Camina por las antiguas capitales de Sri Lanka, sube rocas legendarias y entra en templos sagrados donde la historia sigue viva. Prueba la comida local, conoce gente amable y siente lo que hace única a esta isla.
Lo primero que me impactó en Yapahuwa fue el silencio. Solo se oían los pájaros y el crujir de la grava bajo nuestros zapatos mientras subíamos los viejos escalones de piedra. La subida es un poco exigente, pero las vistas desde arriba son impresionantes: campos que se extienden hasta el horizonte y una ligera bruma que se levanta con el calor. Allí arriba hay una estatua de Buda tallada con tanto detalle que parece que te está mirando. Nuestro guía, Nimal, nos recordó cubrir hombros y rodillas por respeto; aún hoy los locales vienen a rezar y se siente esa calma en el ambiente.
Anuradhapura tenía otro aire: más movimiento, casi vibraba con historia. Paseamos bajo la sombra del árbol Sri Maha Bodhi, donde monjes con túnicas color azafrán se movían en silencio entre los santuarios. El aire olía ligeramente a jazmín, gracias a los puestos de flores que hay fuera de las puertas. En Mihintale subimos de nuevo (¡muchas escaleras en este viaje!), pero valió la pena por la vista de las ruinas de la antigua ciudad. Aunque no seas religioso, estar allí arriba con el viento en la cara te hace detenerte y sentir algo especial.
La Roca de Sigiriya es tan impresionante como dicen: verla surgir del terreno plano es impactante. Recuerdo que me temblaban las piernas a mitad de las escaleras metálicas, pero cuando llegas a los frescos te encuentras cara a cara con un arte que ha sobrevivido siglos. En Polonnaruwa exploramos templos de piedra antiguos y el Vatadage; nuestro guía nos contó cómo en su día albergó reliquias sagradas. El templo cueva de Dambulla estaba más fresco de lo que esperaba, con techos pintados por todas partes y un leve aroma a incienso que quedaba en el aire.
Kandy fue nuestra última parada, un poco más fresca gracias a la brisa del lago. Visitar el Templo de la Reliquia del Diente Sagrado fue algo especial; los locales vestidos de blanco llevaban flores de loto como ofrenda. Nuestro guía organizó la visita para que pudiéramos ver uno de los rituales diarios: tambores resonando por los pasillos y velas parpadeando sobre el suelo pulido. No cuesta entender por qué este lugar significa tanto para la gente de aquí.
Hay varias subidas (como en Yapahuwa y Sigiriya) y algo de paseo por los templos. La mayoría de personas con condición física media lo llevan bien; solo lleva calzado cómodo.
Lo mejor es cubrir hombros y rodillas por respeto en los sitios religiosos. Ropa ligera es ideal porque durante el día puede hacer calor.
¡Claro que sí! Los tours en grupo son perfectos para conocer gente y nuestros guías se aseguran de que todos se sientan incluidos.
Tu lugar incluye todas las visitas guiadas, transporte en vehículo con aire acondicionado y un montón de consejos locales de guías expertos que conocen estos lugares a fondo.
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