Cabalga entre cañaverales, explora la famosa Basílica de Higüey, disfruta comida local junto al río, conoce artesanos en sus casas y termina nadando en Playa Macao. Este tour es para quienes quieren descubrir la verdadera vida dominicana más allá de los resorts.
El día comenzó con el canto de los gallos y el aroma fresco del rocío mientras subíamos al camión safari abierto. Nuestro guía, José, tenía esa risa fácil que se escucha mucho en el campo dominicano. Primera parada: un rancho de caballos escondido entre campos de caña de azúcar. Los caballos estaban tranquilos—uno incluso intentó mordisquear mi camisa mientras esperaba mi turno. Cabalgando por los senderos, vi motmots de un azul intenso volando entre las palmas y escuchaba merengue lejano en la radio de un vecino.
Luego fuimos a la Basílica de Higüey. Aunque no seas religioso, es imposible no quedar impresionado con sus arcos gigantes y cómo la luz del sol atraviesa los vitrales iluminando el suelo de piedra fresca. Afuera, vendedores ofrecían bolsitas de marañones tostados y agua de coco fresca—perfecto para un snack rápido antes de ir al mercado local. El mercado estaba lleno de vida: montones de aguacates, plátanos apilados y mujeres regateando por tomates. José señaló un puesto donde muelen su propio café; solo el aroma valía la pena la parada.
El almuerzo fue en un rancho junto al río Ana Mulla—nada lujoso, solo comida dominicana de verdad: arroz, habichuelas, pollo con ese toque de limón y orégano. Comimos bajo un techo de palma mientras la brisa del río nos refrescaba. Después visitamos una casa típica donde vimos cómo tuestan granos de cacao en una sartén antigua y probamos Mama Juana (dulce pero con fuerza). Luego echamos un vistazo a un taller de tabaco—un hombre enrollaba puros con manos teñidas de marrón por años de trabajo—y terminamos en una escuela de arte donde los niños pintaban coloridas escenas de la vida en el pueblo.
La última parada fue Playa Macao. La arena crujía bajo los pies y las olas rompían con fuerza, ahogando cualquier otro sonido. Tomé una soda fría de la nevera del camión y me dejé flotar un rato—sin prisas. Ya entrada la tarde, regresamos a los hoteles con la piel tibia por el sol y la arena pegada.
¡Sí! Los niños pueden participar—se permiten cochecitos y los bebés pueden ir en el regazo de un adulto durante los traslados.
No hace falta experiencia—los caballos son dóciles y los guías ayudan a todos a sentirse cómodos antes de empezar.
Lleva protector solar, zapatos cómodos (puede haber barro), traje de baño para Playa Macao y algo de efectivo para snacks o souvenirs en los mercados.
¡Sí! Hay bebidas durante todo el recorrido—refrescos en Playa Macao y agua en las paradas.
El traslado desde y hacia tu hotel está incluido. Visitarás mercados locales, conocerás la Basílica de Higüey, disfrutarás un almuerzo junto al río Ana Mulla, conocerás artesanos en sus hogares, montarás a caballo si quieres y te relajarás con bebidas en Playa Macao, todo con un guía experto.
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