Cabalga por la playa de Punta Cana al atardecer con un caballo tranquilo y un guía local, disfrutando del aire marino y la luz dorada. Habrá tiempo para fotos y para probar café dominicano y Mama Juana antes de regresar con nuevas historias—y seguro algo de arena en los zapatos.
Lo primero que me llamó la atención fue el olor: cuero cálido de las monturas mezclado con esa brisa salada que parece quedarse en el aire de Punta Cana. Nuestro chofer (creo que se llamaba Miguel) nos recogió justo a tiempo, con una sonrisa como si nos conociera de toda la vida. El rancho no estaba lejos, unos veinte minutos desde nuestro hotel, pero parecía que habíamos dejado atrás todo el mundo del resort. Nos dejaron elegir el caballo—el mío se llamaba Estrella, y me miraba como si ya supiera que estaba nerviosa. Nuestro guía, Li, bromeó diciendo que Estrella me cuidaría mejor que él. Y seguro que no iba muy desencaminado.
No esperaba que el silencio fuera tan intenso cuando llegamos a la playa—solo el sonido de los cascos y ese murmullo suave de las olas. El sol empezó a bajar y todo se volvió de un dorado suave; ya sabes, esa luz donde hasta tu sombra parece mágica. Un fotógrafo nos acompañaba y captó justo el momento en que intenté saludar—mi mano salió borrosa, pero me encanta así. Hicimos una pausa mientras Li nos ofrecía vasitos de Mama Juana, ese licor dulce y herbal que los locales adoran, y un café fuerte que, honestamente, me despertó más que el aire del mar. Si cierro los ojos, aún siento esa mezcla de especias y dulzura.
De regreso, Estrella parecía saber el camino sin que yo tuviera que hacer mucho. Algunos del grupo quisieron acelerar y se fueron a galopar; yo me quedé con Li, viendo cómo el sol se derretía en el horizonte. Me señaló unas aves que volaban arriba (ya no recuerdo sus nombres) y me contó sobre su familia que creció cerca. No se sentía como un tour, sino como si me hubieran dejado entrar en una tradición sencilla que aquí siempre han tenido: volver a casa a caballo mientras el día se enfría.
Sí, el transporte ida y vuelta está incluido con un conductor bilingüe.
No, no hace falta experiencia—los caballos están entrenados para principiantes y jinetes con experiencia.
Sí, puedes elegir tu caballo viendo fotos antes de llegar o pedir más opciones.
Sí, hay tours privados para ocasiones especiales o grupos que buscan más privacidad.
Te ofrecen degustaciones gratis de café dominicano, licor Mama Juana y puros típicos en el rancho.
El trayecto suele durar unos 20 minutos desde la mayoría de hoteles en Punta Cana.
Sí, los niños son bienvenidos y pueden montar acompañados por adultos si es necesario.
No, no se recomienda para embarazadas ni personas con lesiones en la columna.
Tu tarde incluye transporte cómodo ida y vuelta con WiFi a bordo, elección de caballo en el rancho con ayuda de guías amables, todo el equipo necesario incluyendo cascos opcionales, agua fría para mantenerte hidratado durante o después del paseo, además de degustaciones gratuitas de café local, licor Mama Juana y puros dominicanos antes de regresar al caer la noche.
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