Prueba guayaba fresca en el mercado de Higüey, entra en silencio a su famosa basílica, disfruta un almuerzo dominicano ahumado en Anamuya, monta a caballo entre palmeras y termina descalzo en la playa Macao, todo con transporte desde tu hotel y un guía local que hace que cada momento sea auténtico.
Lo primero que me llamó la atención fue el aroma que salía de la Basílica de Higüey: velas y algo dulce que no lograba identificar. Nuestra guía, Ana, nos llamó desde los escalones de piedra y nos contó la historia de la Virgen de la Altagracia mientras un grupo de niños del colegio se reía cerca. No soy muy fan de las iglesias, pero la luz que entraba por esos arcos me hizo detenerme un instante. Hay un silencio especial adentro, aunque haya gente moviéndose, y se siente en el pecho.
Después nos perdimos por el mercado de Higüey. Es ruidoso, pero de la mejor manera: vendedores gritando precios, alguien cortando fruta (mangos por todos lados), un niño persiguiendo una gallina entre los puestos. Ana me dio un trozo de guayaba y juraría que estaba más cálida que el aire. Me explicó cómo los locales compran fresco cada día; intenté pedir plátanos en español y solo logré hacer reír a todos. Pero fueron pacientes, esa paciencia dominicana es real.
Luego llegó el almuerzo en Anamuya, un lugar pequeño al aire libre donde nos sentamos bajo hojas de palma y comimos arroz, habichuelas y pollo con un sabor ahumado de la leña. El café que siguió era espeso y casi arenoso; nos mostraron cómo tuestan el cacao, que no huele nada a las barras de chocolate que conocemos (¿más terroso? Difícil de explicar). Pudimos entrar a una casa típica dominicana: cocina diminuta, sillas de plástico de colores, y no dejaba de pensar en lo distinto que se siente comparado con los resorts de Punta Cana.
Confieso que estaba nervioso por la cabalgata en Rancho Papito (solo había montado ponis en ferias), pero mi caballo parecía más aburrido que salvaje. El camino atravesaba campos verdes con vacas que nos miraban como si interrumpiéramos su siesta. La última parada fue la playa Macao: 30 minutos pasan volando cuando flotas en agua cristalina o tomas jugo de piña directo de la fruta (no incluido, pero vale la pena). Mi cabello aún olía a sal en el regreso. Así que sí, esta excursión de un día desde Punta Cana a Higüey sigue dando vueltas en mi cabeza.
Es un tour de medio día con recogida por la mañana en hoteles de Punta Cana y regreso por la tarde.
Sí, incluye un almuerzo tradicional dominicano con ingredientes orgánicos durante la parada en Anamuya.
Sí, hay una parada de 30 minutos en la playa Macao para nadar o relajarse antes de regresar.
La recogida está incluida desde todos los hoteles en Punta Cana, Uvero Alto y Cap Cana.
Verás su arquitectura única y conocerás su importancia religiosa con la guía.
Sí, hay una cabalgata guiada en Rancho Papito dentro del itinerario.
El tour es apto para todas las edades; bebés y niños pequeños pueden usar cochecitos o carriolas.
Recorrerás el mercado principal de Higüey para vivir la rutina diaria y probar productos frescos.
Tu día incluye recogida en tu hotel de Punta Cana (o Uvero Alto o Cap Cana), entrada a todos los sitios mencionados como la Basílica de Higüey y fábrica de cigarros, paseos guiados por mercados y pueblos con muchas historias, almuerzo tradicional dominicano en Anamuya con degustación de productos orgánicos, tiempo para montar a caballo en Rancho Papito y espacio para nadar o relajarte en la playa Macao antes de volver.
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