Puedes ver lo mejor de Praga sin pies doloridos ni tranvías abarrotados—solo súbete a un e-scooter y sigue a tu guía local por callejones escondidos y plazas famosas. Es rápido, divertido y te permite descubrir rincones que la mayoría de turistas se pierden, sin dejar de visitar imprescindibles como el Castillo de Praga y el Puente de Carlos.
Lo primero que noté fue lo sencillo que era deslizarse sobre los adoquines—sin sacudidas, solo un paseo suave frente al Reloj Astronómico mientras las campanas marcaban la hora. Nuestro guía, Petr, nos entregó guantes cálidos (un salvavidas con la fresca brisa matutina) y se aseguró de que estuviéramos cómodos en los scooters antes de bajar por la calle Parízská. Aquí verás boutiques de lujo—piensa en Cartier y Prada—pero, sinceramente, a mí me llamó más la atención el aroma a café recién hecho que salía de una pequeña cafetería en la esquina.
Luego atravesamos el Barrio Judío. Los detalles dorados de la Sinagoga Española brillaban con el sol, y Petr nos señaló el antiguo cementerio judío escondido tras rejas de hierro—un lugar silencioso y algo sobrecogedor. Siempre se escucha algún murmullo de los puestos del mercado cercanos; quizás alguien regateando por pasteles o recuerdos.
La Plaza Wenceslao se sentía más animada—locales apresurados hacia los tranvías, músicos callejeros tocando algo de jazz. Petr compartió historias sobre la Revolución de Terciopelo justo donde ocurrió en el ’89. La Plaza de la República apareció rápido después; hicimos una pausa junto a la Puerta de la Pólvora, imaginando procesiones de coronación de siglos atrás. El edificio del Banco Nacional se alza cerca—difícil de pasar por alto.
El Parque Letná fue mi parada favorita por las vistas. Aparcamos cerca del jardín cervecero Malinovka (si tienes sed, aprovecha para tomar algo), y nos quedamos allí contemplando los tejados rojos que se extienden por la Ciudad Vieja. A veces, si tienes suerte con el timing, se cuela el aroma de salchichas a la parrilla de los puestos de comida.
La subida a Hradčany y al Castillo de Praga fue más fácil de lo que esperaba con estos scooters. La Catedral de San Vito se alza imponente sobre todo—sus vitrales son una maravilla cuando la luz del sol los atraviesa justo en el ángulo correcto. Petr nos dejó quedarnos el tiempo que quisiéramos antes de descender hacia el Monasterio de Strahov (la cervecería más antigua de la ciudad). Si preguntas con amabilidad, te cuentan su receta secreta de cerveza.
La Isla Kampa está justo al lado del río—un rincón tranquilo y verde donde los locales pasean a sus perros o hacen picnic bajo castaños. También nos detuvimos en el Muro de John Lennon; cada semana se cubre con nuevos grafitis, así que ninguna visita es igual. El Puente de Carlos siempre está lleno, pero llegar en scooter te da esa sensación “VIP”—como si entraras por una puerta trasera.
De regreso, pasamos por el Museo Franz Kafka (no te pierdas la escultura “Figuras Meando” de David Černý en la entrada—hipnóticamente extraña). El Rudolfinum resonaba con música incluso desde afuera; a veces puedes escuchar fragmentos de ensayos si aciertas el momento.
¡Para nada! Te darán una prueba y una pequeña instrucción antes de empezar—los scooters son estables y fáciles de manejar incluso para principiantes.
No te preocupes—proporcionamos impermeables para que puedas seguir cómodo sin importar el clima.
Sí, pero los bebés deben ir sentados en el regazo de un adulto por razones de seguridad durante el paseo.
Es adecuada para todos los niveles de condición física, pero no se recomienda para mujeres embarazadas por precaución.
Tu guía puede hacer paradas a pedido—el Parque Letná es ideal para tomar un tentempié o una bebida como la cerveza Malinovka.
Tu excursión incluye transporte privado en e-scooter con casco y soporte para teléfono, además de guantes cálidos si hace frío. Recibirás entrenamiento gratuito antes de partir y hay impermeables disponibles si los necesitas. Solo trae tu curiosidad—¡no necesitas licencia de conducir!
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?