Recorrerás calles adoquinadas con un guía local que da vida al Casco Antiguo y al Barrio Judío de Praga—historia, rincones ocultos y relatos auténticos incluidos.
Lo primero que me impactó en la Plaza del Casco Antiguo de Praga fue la mezcla de sonidos: músicos callejeros afinando cerca del monumento a Jan Hus, el leve tintinear de tazas de café en una cafetería cercana. Nuestra guía, Petra, nos llamó junto a la Columna Mariana y comenzó a contarnos historias sobre el pasado agitado de la plaza. Había visto fotos antes, pero estar allí, con las agujas de la Iglesia de Týn apuntando al cielo, se sentía distinto. Se puede oler el trdelník recién hecho de un vendedor en la esquina. Si te gusta observar a la gente, este es tu lugar: locales entre turistas, niños persiguiendo palomas.
A pocos pasos llegamos al Reloj Astronómico. ¿La verdad? Nunca entendí por qué tanta gente se agolpaba hasta que Petra explicó cómo funciona: ¡el más antiguo en funcionamiento del mundo! Señaló detalles diminutos que habría pasado por alto: los signos del zodiaco girando lentamente, pequeñas estatuas que se mueven cada hora. Es fácil perderse todo eso si no sabes qué buscar. Desde ahí, nos metimos por callejones estrechos para ver el Teatro de los Estados—Mozart tocó aquí realmente. Los asientos son originales; casi puedes escuchar la música antigua resonando si te quedas quieto el tiempo suficiente.
Deambulamos bajo la sombra de la Torre de la Pólvora, una de las dos puertas medievales que quedan. La piedra se siente fría al tacto (yo lo comprobé). Luego visitamos la Plaza de Wenceslao: enorme, bulliciosa, llena de historia. Nuestra guía señaló dónde ocurrieron las grandes protestas en el 89. Después cruzamos a Josefov—el Barrio Judío. Aquí reina un ambiente más tranquilo, con adoquines bajo los pies y relatos en cada rincón: la casa donde Kafka pasó su infancia, antiguas sinagogas escondidas entre tiendas. Terminamos junto al Rudolfinum mientras caía la tarde y las luces del Castillo de Praga se encendían a lo lejos—una vista que no olvidaré pronto.
La excursión suele durar entre 2 y 2,5 horas a un ritmo tranquilo, con muchas paradas para historias y fotos.
¡Sí! La ruta es accesible para cochecitos y apta para todos los niveles de condición física. También son bienvenidos los niños.
Esta excursión se centra en los puntos exteriores y las historias; se señalarán algunos interiores pero no se visitarán por limitaciones de tiempo.
Por supuesto—hay paradas de tranvía y metro cerca de donde terminamos, junto al Rudolfinum.
Contarás con un guía certificado de habla inglesa que conoce Praga al detalle. El grupo es pequeño para que puedas hacer preguntas fácilmente y escuchar cada historia durante el recorrido.
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