Camina por la historia comunista de Praga con un guía local que revive las historias donde ocurrieron. Prueba un almuerzo retro de los 70 (imprescindible la Kofola) y baja a un auténtico búnker nuclear de la Guerra Fría—entrada incluida. Momentos que se quedan contigo mucho después de salir.
Empezamos a caminar por la Plaza Wenceslao, con Jirka, nuestro guía, agitando un paraguas azul sobre la multitud matutina. Escuchaba las campanillas del tranvía detrás de nosotros y me impactó pensar que hace solo unas décadas por estas calles pasaron tanques. Jirka contaba historias de la Revolución de Terciopelo justo donde ocurrieron—señaló un lugar y dijo: “Aquí, en el 89, los estudiantes se tomaron de los brazos.” Esa imagen se me quedó grabada más que cualquier museo. El aire olía a castañas asadas de un vendedor cercano, algo curioso mientras hablábamos de las colas para racionar y la policía secreta.
Después llegamos a la Plaza de la Ciudad Vieja—la había visitado antes, pero nunca me fijé en cómo la arquitectura soviética aún se asoma si miras hacia arriba. Jirka contó cómo sus padres hacían largas colas por un plátano (se rió cuando le pregunté si exageraba—no lo hacía). También pasamos por la Plaza de la República, escuchando sobre el golpe de 1948 y todas esas capas de historia apiladas unas sobre otras. Es raro lo normal que parece todo ahora.
Lo que no esperaba fue el almuerzo en una auténtica cantina de los 70. Las paredes tenían un verde amarillento desgastado y las sillas crujían al sentarte. Probé la Kofola (una especie de cola checa con un sabor más terroso) y el cerdo con knedlíky era sencillo pero reconfortante—comida de casa si creciste aquí, tal vez. Jirka bromeó diciendo que el “estilo cantina” está de vuelta. Luego bajamos unas escaleras hacia el búnker nuclear—el aire frío nos recibió de inmediato y mis pasos resonaban raro entre paredes de hormigón. Había máscaras antigás alineadas en estantes; me dio escalofríos pensar que aquí hacían simulacros.
Sigo pensando en ese momento bajo tierra—qué silencio comparado con la ciudad arriba. Esa perspectiva no la consigues con guías ni fotos, ¿sabes? Cuando salimos a la luz del día, Praga me pareció diferente, no sé cómo explicarlo mejor.
El tour completo dura unas 4 horas, incluyendo paseo, almuerzo en cantina de los 70 y visita al búnker nuclear.
El tour incluye una parada en una cantina de los 70; el almuerzo o la Kofola son opcionales y se pagan aparte.
Sí, la entrada al Museo de la Guerra Fría (búnker nuclear) está incluida en el precio.
Recorre la Plaza Wenceslao, Plaza de la Ciudad Vieja, Plaza de la República, y hace paradas en una cantina de los 70 y el búnker nuclear.
Los grupos son pequeños, máximo 10 personas para una experiencia más cercana.
No, no se recomienda entrar al búnker nuclear si sufres claustrofobia.
Tu día incluye paseo con un guía local experto por lugares clave de Praga como la Plaza Wenceslao y la Ciudad Vieja; entrada al búnker nuclear del Museo de la Guerra Fría; y tiempo para un almuerzo o Kofola opcional en una cantina original de los años 70 antes de regresar juntos a la superficie.
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