Camina por la selva de El Yunque con un grupo pequeño y guía local, escucha historias sobre plantas nativas, deslízate por rocas volcánicas en pozas frescas (chalecos incluidos), colúmpiate o salta si te animas, y termina con fruta fresca antes de regresar—zapatos embarrados opcionales, pero las risas aseguradas.
Primero escuchas a los coquíes antes de ver nada — un canto casi musical que resuena entre el verde. Nuestro guía, Luis, nos despidió con una sonrisa y un “bienvenidos”, señalando un árbol cuya corteza olía a canela si la raspabas (lo comprobé, ¡y sí que olía!). El aire estaba denso pero no pesado, más bien vibrante. No dejaba de pensar en lo distinto que se sentía a cualquier otro lugar donde había caminado, tal vez porque aquí todo está superpuesto — lianas sobre lianas, hojas más grandes que tu cabeza.
La caminata no fue larga — ¿unos 25 minutos? Luis se detenía de vez en cuando para mostrarnos orquídeas diminutas o helechos salvajes que se enrollaban al tocarlos. Nos contó historias de los taínos y cómo usaban ciertas plantas como medicina. Me gustó que no nos apurara. En un momento nos quedamos quietos escuchando la lluvia caer sobre el dosel, sin mojarnos siquiera. Era un ruido fuerte pero a la vez tranquilo. Mis zapatos se embarraron, pero ¿a quién le importa?
Confieso que dudé en lanzarme por el tobogán natural — parecía más rápido de lo que esperaba. Pero todos nos animamos mutuamente (un chico incluso hizo un clavado espectacular), y Luis repartió chalecos salvavidas para los que no se sentían seguros nadando. El agua estaba tan fría que me hizo gritar, pero después de deslizarme por la roca volcánica hacia una poza rodeada de selva, me sentí más despierto que con cualquier café. También había saltos de distintas alturas para los valientes, y un columpio de cuerda que me hizo reír hasta dolerme la barriga.
Al terminar, nos sentamos en unas piedras a comer fruta que Luis acababa de cortar — piña tan dulce que casi me quemaba la lengua, y mangos que me chorreaban por la muñeca. Mi teléfono se mantuvo seco porque ellos tomaron fotos para nosotros (yo suelo olvidarme). De regreso paramos a comprar empanadas; la mía aún salía humo cuando le di el primer mordisco. Si buscas un tour por la selva de El Yunque con actividades acuáticas y alguien local que realmente conozca sus historias… este es el indicado. A veces todavía me acuerdo de esos coquíes.
La caminata principal dura unos 25 minutos (aprox. 1 milla) hasta llegar a la zona de actividades acuáticas.
Sí, los no nadadores son bienvenidos y se proporcionan chalecos salvavidas para todas las actividades acuáticas, incluyendo el tobogán natural y la poza.
Sí, el transporte con aire acondicionado está incluido; te darán los detalles del punto de recogida tras reservar.
Ropa y calzado cómodos que puedan mojarse o embarrarse; tus objetos de valor pueden quedarse seguros en el vehículo durante las actividades.
No, el almuerzo no está incluido, pero hay una parada para comprar comida como empanadas en el regreso.
Sí, el guía tomará fotos y videos para que no tengas que preocuparte por tu cámara o teléfono.
Sí, se pueden organizar excursiones privadas; solo pregunta al reservar para una experiencia más exclusiva en El Yunque.
Tu día incluye recogida en vehículo con aire acondicionado desde San Juan o alrededores, entrada a la selva de El Yunque, guía local autorizado que comparte historias durante el recorrido, chalecos salvavidas para todas las actividades acuáticas como toboganes y saltos, fruta fresca de temporada después de la caminata y el baño, y vestuarios para que estés cómodo antes de regresar.
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