Vivirás la auténtica esencia del Valle del Duero—bodegas históricas, un pueblo ribereño y un almuerzo con vinos locales en casa de una familia. Todo con un toque personal y sin prisas.
El aire de la mañana en el Valle del Duero tiene ese aroma terroso—algo dulce, algo punzante. Partimos en un Mercedes convertible, con la capota abajo si el tiempo acompaña. La carretera serpentea entre colinas cubiertas de viñas que parecen llevar allí toda la vida. Nuestro guía, João, creció cerca y conoce cada curva. Señaló un antiguo lagar de aceite escondido tras un muro de piedra—fácil de pasar por alto si no estás atento.
Primera parada: una bodega que produce oporto desde 1638. Las bodegas son frescas y silenciosas, casi con eco. Caminamos junto a enormes barriles mientras nuestro anfitrión explicaba cómo el río era la única vía para transportar las barricas hasta Oporto. Luego llegó la cata—tres copas, cada una con su historia (el tawny tenía un toque a nuez). Incluso antes de probar, se percibe el aroma de la madera de las cubas.
Pinhão está justo a la vuelta—aunque pequeño, el pueblo se anima al mediodía. Los azulejos de la estación cuentan historias de cosechas y barcos; nuestro guía compartió cómo las familias solían reunirse aquí tras largas jornadas en el campo. Hay tiempo para tomar un café en el Café Central o simplemente contemplar la vida pasar junto al río. Si quieres, puedes hacer un paseo en barco Rabelo de una hora—a ritmo pausado, con vistas que no se ven desde tierra.
El almuerzo no es en un restaurante abarrotado—se sirve en otra bodega familiar del 1735. Nos sentamos en una larga mesa de madera con las ventanas abiertas hacia los viñedos. La comida era sencilla pero sabrosa: quesos locales, carnes asadas, pan aún caliente del horno. Los vinos no paraban de llegar—cada copa servida por alguien que realmente ayudó a elaborarlos. Antes de irnos, echamos un vistazo a su sala privada de colecciones; botellas antiguas alineadas como trofeos.
¡Por supuesto! Los guías explican todo de forma sencilla—no necesitas conocimientos previos para disfrutarla.
La excursión es apta para todos los niveles de movilidad; solo avísanos con antelación para que todo sea cómodo para ti.
Si el clima no acompaña, usamos un vehículo cerrado y cómodo en lugar del convertible—tu confort es lo primero.
El almuerzo está incluido y se sirve en una bodega familiar—no en un restaurante concurrido, sino donde realmente elaboran sus vinos.
Contarás con transporte privado (Mercedes convertible cuando sea posible), visitas a dos bodegas históricas con catas—una de ellas desde 1638—un almuerzo completo en un viñedo familiar del 1735 con abundantes vinos locales, tiempo libre en el pueblo de Pinhão (con opción de paseo en barco Rabelo), además de fotos y vídeos para guardar los recuerdos del día.
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