Vive Porto pedaleando por sus paseos junto al río y calles serpenteantes con tu bici de alquiler. Recibe consejos locales para descubrir miradores secretos y cafeterías, con todo el equipo incluido para que solo disfrutes. Cada giro trae sorpresas: una sonrisa, un saludo o el aroma de sardinas recién hechas.
Lo primero que me llamó la atención fue el olor: pan recién horneado de una panadería cercana, mezclado con ese leve toque metálico de la grasa de las bicicletas. El chico de la tienda (¿Miguel? Creo que sí) me entregó un mapa lleno de anotaciones — sus cafeterías favoritas marcadas en azul, “mejor vista” subrayada dos veces cerca del río Duero. Me preguntó si alguna vez había pedaleado por Porto. No, nunca. Sonrió y dijo: “No te preocupes, solo sigue el río si te pierdes.” Me reí, pero la verdad es que fue un consejo de oro.
Las bicicletas eran robustas — nada llamativas, pero tan cómodas que en diez minutos ya ni me acordaba de ellas. Los cascos parecían nuevos, nada sudados (un alivio total). Empecé un poco inseguro sobre los adoquines cerca de la estación de São Bento; sonó una campana de tranvía detrás y por un momento pensé que iba a entorpecer el tráfico. Pero aquí la gente está acostumbrada a que los ciclistas se deslicen entre ellos — un señor mayor me hizo pasar con dos dedos y una sonrisa tímida. El aire junto al río era más fresco que en el centro, con un toque a la vez salado y dulce.
Paré en uno de esos bares diminutos que Miguel había señalado para tomar una bica — un espresso tan fuerte que me temblaron las manos un rato. El camarero me preguntó a dónde iba (“¿Praia do Carneiro?” adivinó), y me indicó qué camino tenía menos cuestas. En serio, todos parecían encantados de ayudar cuando veían mi mapa asomando de la mochila. Más tarde, pedaleando junto al Duero hacia Foz, vi niños pescando desde el muro y a alguien asando sardinas cerca — ese aroma ahumado quedó flotando mucho después de pasar. Parecía que el tiempo se ralentizaba allí.
Al final de la tarde, las piernas me temblaban, pero de esa manera buena. Mi última parada fue un banco cualquiera mirando al agua; el sol bajito, barcos deslizándose lento como tortugas. A veces sigo pensando en ese tramo tranquilo — en lo fácil que es sentirte parte de Porto cuando lo recorres en bici en vez de verlo tras un cristal.
Sí, el casco se entrega gratis con cada alquiler.
Sí, hay bicis para niños según edad y altura (menos de 1,50 m), además de sillitas para bebés sin coste extra.
Sí, recibirás un mapa detallado con los paseos por el río, playas y las principales rutas ciclistas de Porto.
Sí, está pensado para todos; la mayoría de las rutas van por parques o carriles bici fáciles de recorrer.
No, el alquiler se realiza en la tienda situada en el centro de Porto.
El personal te dará consejos locales; seguir el río Duero es la forma más sencilla de volver al centro.
Tu día incluye una bici urbana en buen estado con casco y candado, además de consejos expertos sobre dónde pedalear o comer. También recibirás un mapa ciclista pensado para viajeros que recorren las orillas y playas de Porto—bicis para niños o sillitas disponibles si las necesitas.
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