Caminarás por senderos ancestrales entre pasos montañosos y bosques nubosos, dormirás bajo cielos andinos y llegarás a Machu Picchu al amanecer—todo con guías locales expertos que se encargan de cada detalle.
El día que partimos desde Cusco, aún estaba oscuro cuando nuestra van recorrió las calles silenciosas. Nos detuvimos en Ollantaytambo justo cuando abrían las primeras panaderías—tomamos un tamal calentito y un café antes de seguir hacia el km 82. En el inicio del sendero, nuestro guía Juan revisó nuestros permisos y nos dio una charla motivadora. Las primeras horas en el Camino Inca parecían irreales—la niebla flotando sobre el río Urubamba, gallos cantando a lo lejos desde pequeñas chacras. Al mediodía llegamos a Llactapata para almorzar; recuerdo el aroma a eucalipto y las risas de los porteadores mientras montaban el campamento en Ayapata (3,300m). Nuestras carpas ya nos esperaban—nunca pensé que un saco de dormir me haría tan feliz.
El segundo día comenzó temprano con té caliente de coca servido justo en la entrada de la carpa—un salvavidas antes de enfrentar el Abra de la Mujer Muerta (4,200m). Esa subida no es broma; sentirás cada paso en tus pulmones. Pero llegar a la cima... la vista es impresionante—capas de montañas extendiéndose bajo nubes cambiantes. Tras un descenso pronunciado al valle de Pacaymayu para almorzar, volvimos a subir por el Abra Runcuraccay (4,000m). Al atardecer en Chaquicocha (3,600m), mis piernas estaban como gelatina pero no podía dejar de mirar las estrellas—ninguna luz de ciudad a kilómetros a la redonda.
El tercer día se sintió más ligero. El sendero serpenteaba por el bosque nuboso—helechos rozando nuestros brazos, aves cantando arriba. Bajamos casi 1,000 metros por escalones de piedra hasta Wiñaywayna (2,600m), donde llamas paseaban entre terrazas ancestrales. Hubo tiempo para una ducha de verdad e incluso una siesta rápida antes de explorar las ruinas cercanas con Juan explicando cómo los canales de agua siguen funcionando después de siglos.
Nuestra última mañana empezó antes del amanecer—todos empacando en silencio bajo la luz de las linternas frontales. En la puerta de control a las 4am, se siente una emoción palpable entre los caminantes esperando que abra a las 5:30. El tramo final hasta la Puerta del Sol es mayormente plano; y de repente estás mirando hacia Machu Picchu mientras la niebla se levanta de sus piedras. Tuvimos dos horas dentro con Juan señalando rincones ocultos y contando historias sobre antiguos rituales incas. Después, un café en Aguas Calientes nunca supo tan bien antes de tomar el tren panorámico de regreso a Cusco.
El Camino Inca es desafiante pero accesible si tienes una condición física moderada. Hay subidas empinadas y tramos de gran altitud—el entrenamiento ayuda pero no es obligatorio si estás activo.
¡Sí! Todas las comidas son preparadas frescas por nuestros cocineros y las carpas cómodas se montan cada noche para ti. Solo llevas lo esencial; los porteadores cargan la mayor parte de tu equipo.
Por supuesto—solo avísanos tus requerimientos al reservar para planificar tus comidas adecuadamente.
Tienes más flexibilidad en el ritmo y horarios, además de atención personalizada del guía—y generalmente campamentos más tranquilos también.
Tu propio porteador para hasta 7 kg de objetos personales; todo el transporte durante el viaje; entradas para el Camino Inca y Machu Picchu; cuatro desayunos, tres almuerzos, tres cenas; guías expertos de montaña; carpas cómodas (dos personas por carpa de cuatro); viaje en tren panorámico de regreso a Cusco; asientos para bebés disponibles si es necesario; opciones dietéticas bajo pedido—¡solo dinos lo que necesitas al reservar!
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