Camina por el bosque nativo milenario de Otari-Wilton’s, cruza granjas privadas en 4x4 con vistas panorámicas al estrecho de Cook y conoce a los lobos marinos descansando en las playas rocosas de Tongue Point, todo acompañado por un guía local que conoce cada historia. Prepárate para risas, viento en el cabello y un té junto al mar.
Lo primero que noté no fue la vista, sino el viento. No una brisa suave, sino ese empuje típico de Wellington que te hace inclinarte. Acabábamos de cruzar el puente colgante en Otari-Wilton’s Bush, y nuestro guía (¿Nick? ¿O Steve? Tenía ese aire relajado tan propio de los neozelandeses) se detuvo para señalar un tui que cantaba en lo alto. El bosque parecía antiguo, con troncos cubiertos de musgo y pájaros que volaban como si fueran los dueños del lugar. Intenté ver un kaka, pero solo escuchaba sus llamadas ásperas resonando entre las copas. También había un aroma terroso, mezcla de hojas mojadas y algo dulce que no supe identificar.
Luego salimos de la ciudad en unas relucientes camionetas 4x4 Mercedes, que se sentían un poco lujosas para andar saltando por los potreros de ovejas, la verdad. El camino por Terawhiti Station era tan irregular que mi café terminó derramado sobre mis jeans (era previsible). Las ovejas nos miraban como si fuéramos excursionistas perdidos; una cabra incluso trotó un rato junto a nosotros antes de aburrirse. Arriba, paramos en un mirador con vistas claras al estrecho de Cook: la Isla Sur parecía casi al alcance de la mano, con las nevadas montañas de Kaikoura al fondo. Nuestro guía nos contó cómo esos enormes aerogeneradores mantienen la luz encendida en Wellington (y por qué aquí nadie gana una discusión con el clima).
El descenso hacia la costa fue un vaivén de risas y sacudidas; alguien intentó sacar una foto del “faro inclinado” pero desistió por los baches. Al llegar a Tongue Point, ahí estaban: los lobos marinos neozelandeses estirados sobre las rocas como si hubieran inventado eso de tomar sol. El aire olía a sal y limpieza, con el constante susurro de las olas chocando contra las piedras. Nos mantuvimos a distancia (los lobos apenas nos miraron), tomando té en tazas desconchadas mientras Nick contaba historias de naufragios y cómo estos animales casi desaparecen alguna vez. Esa historia me quedó grabada más de lo que esperaba.
Hasta hoy recuerdo ese instante: el silencio entre ráfagas, donde solo se escuchaba el viento, el agua y algún que otro gruñido bajo de los lobos marinos. Estar tan cerca de la naturaleza salvaje, justo a las afueras de Wellington, hizo que todo lo demás pareciera lejano por un rato.
El recorrido es de unos 20 km desde el centro de Wellington hasta la costa y dura medio día, incluyendo recogida y regreso.
Sí, se ofrece recogida y regreso directo desde hoteles o cruceros en Wellington.
No, por el terreno irregular y el uso de vehículos 4x4, no se recomienda para quienes tengan lesiones en cuello o espalda.
Se observan desde una distancia segura en la playa de Tongue Point; no está permitido el contacto directo para protegerlos.
Se sirve té por la mañana o la tarde mientras se observa a los lobos marinos; no incluye comidas completas.
Podrás ver aves nativas como tui, kaka, kakariki, kereru y posiblemente karearea en Otari-Wilton’s Bush.
Vístete con ropa abrigada en capas y lleva una chaqueta cortaviento, ya que el clima puede ser duro en la costa.
Es adecuado para la mayoría de niveles de condición física; se pueden solicitar asientos especiales para bebés.
Tu día incluye recogida y regreso en hotel o crucero en Wellington, acceso exclusivo en 4x4 por tierras privadas en Terawhiti Station, caminatas guiadas por el bosque nativo de Otari-Wilton’s, tiempo para observar lobos marinos en Tongue Point con té incluido antes de regresar a la ciudad.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?