Saldrás del terminal de ferry de Waiheke con una e-bike, casco y mapa en mano, listo para subir colinas, respirar aromas de viñedos y parar en playas durante la ruta de las Cinco Bahías. Recibirás consejos amigables de los locales (y quizás pruebes chutney casero), además de tiempo para explorar a tu ritmo entre olivares y vistas al mar. Libertad con la guía justa — y un gelato buenísimo si te apetece.
Lo primero — el chico del mostrador de eRide en Matiatia Bay sonrió cuando le pregunté si sobreviviría a las cuestas. “Para eso están las e-bikes,” me dijo, dándome un casco y un mapa que parecía haber vivido varias aventuras. Olía a café por ahí cerca, tal vez del café del ferry. Me señaló cinco bahías en el mapa y me recomendó dónde probar un gelato “de verdad, hecho aquí.” Tenía un poco de miedo de perderme, pero en serio, al salir del terminal con ese aire salado y esas colinas verdes delante, da la sensación de que tienes todo el día para descubrirlo.
La primera subida fue más fácil de lo que esperaba — no sé si fue la adrenalina o el impulso eléctrico haciendo la mayor parte del trabajo. La carretera serpenteaba entre filas de olivos y de repente aparecieron viñedos por todos lados. En un punto me detuve solo porque la luz entre las vides era tan suave (esa vista todavía me viene a la mente). Vi una pareja descargando cajas de uvas; me saludaron mientras yo intentaba sacar una foto con el móvil. Cerca de Church Bay, escuché a los tui cantando por encima del ruido de mis ruedas en la grava — es increíble lo silencioso que se pone todo aquí.
Me tomé mi tiempo en la playa de Oneroa — me quité los zapatos y metí los dedos en la arena fría un rato antes de volver a subir. Para comer, acabé con queso y pan de una tiendita cerca de Palm Beach (la señora insistió en que probara su chutney casero — súper ácido y rico). La ruta seguía pasando por lugares que olían a romero o a algas, según de dónde soplara el viento. A media tarde, las piernas ya se notaban cansadas pero no destrozadas — nada que ver con lo que habría pasado en una bici normal. Y sí, paré por ese gelato; pistacho, por si te interesa.
Hay algo especial en recorrer Waiheke así — lo suficientemente lento para fijarte en los detalles, pero rápido para sentir la libertad. El mapa acabó arrugado en mi bolsillo y seguro que me salté alguna vuelta, pero a nadie le importó. Quizá eso es parte del encanto: aquí tú eliges tu camino. Si vas en verano, lleva bañador. O no — a veces solo ver a los locales lanzarse al agua ya vale la pena.
El circuito tiene unos 25-30 km; reserva casi todo el día para disfrutar las paradas.
La recogida es dentro del terminal de ferry Matiatia Bay en la isla Waiheke.
Sí, cada alquiler incluye casco para tu seguridad.
Es un tour autoguiado; el personal te da consejos y mapas al recoger la bici.
Las bicicletas eléctricas facilitan mucho las subidas; ayuda tener condición física moderada.
Incluye candado para que asegures la bici mientras haces paradas.
Hay asientos especiales para bebés; los niños pequeños pueden ir en cochecitos o sillas de paseo.
Recomiendan protector solar, bañador (en verano), ropa cómoda y agua.
Tu día incluye una bicicleta eléctrica cómoda, casco para seguridad, candado resistente para tranquilidad en las paradas, alforja para tus cosas, soporte para móvil para que Google Maps funcione mientras pedaleas (créeme), además de un mapa local marcado por el personal que conoce todos los atajos — y todo empieza justo en el terminal de ferry Matiatia Bay para que salgas directo del barco a la aventura.
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