Vuela sobre las pirámides de Teotihuacan al amanecer, disfruta un desayuno en una cueva natural con nuevos amigos, prueba licores artesanales y recorre las ruinas antiguas con un guía certificado —cada instante es grande y a la vez muy personal.
Hay un suave susurro —casi como un suspiro— cuando el globo empieza a inflarse, y recuerdo mi corazón latiendo más fuerte que los quemadores. Salimos de Ciudad de México antes del amanecer, aún medio dormidos, pero al llegar a Teotihuacan el cielo comenzaba a teñirse de rosa. El equipo de We Fly nos sirvió café mientras todos se movían con sus chamarras, emocionados en silencio. Nuestro piloto, Carlos, bromeaba sobre su “sombrero de la suerte” y nos señalaba hacia dónde podría llevarnos el viento. Decía que a veces pasas justo sobre las pirámides, otras no —todo depende de la brisa. Me gustó esa sinceridad.
En cuanto despegamos, todo abajo se volvió un mosaico de campos y caminos diminutos. Se olía la tierra y un poco de humo de alguna fogata matutina flotando en el aire. Cuando el sol apareció sobre el valle, las antiguas pirámides brillaron con bordes dorados —no esperaba que fuera tan silencioso allá arriba. Mi amigo intentó grabar, pero terminó simplemente mirando embobado. Al aterrizar (un poco movido, pero nada extremo), nos reímos todos y brindamos con algo burbujeante en la recepción —parecía que nos conocíamos de toda la vida, no solo una hora.
El desayuno fue en un restaurante dentro de una cueva —La Cueva— que honestamente es de esos lugares que no parecen reales hasta que estás sentado con una taza de chocolate caliente en las manos. Tardamos un poco en sentarnos (el lugar se llena), pero nadie se quejó. Más tarde visitamos una cooperativa artesanal donde María nos explicó cómo el maguey se convierte en pulque y cómo moldean obsidiana para hacer cuchillos; nos dejó probar mezcal que picaba justo para despertarte otra vez. Intenté decir “gracias” con su acento —ella sonrió con paciencia, pero seguro lo arruiné.
Caminar por Teotihuacan después de todo eso se sintió distinto —no dejaba de pensar en lo pequeños que parecíamos desde arriba. A veces aún recuerdo esa vista en las mañanas, cuando veo cómo la luz del sol toca los edificios altos en casa… no es lo mismo, pero se le acerca.
El vuelo compartido dura entre 30 y 60 minutos, según las condiciones del viento.
Sí, el traslado ida y vuelta desde tu hotel en CDMX está incluido si lo seleccionas al reservar.
La ruta depende del viento; no siempre se pasa justo sobre las pirámides.
Sí, el desayuno se sirve en el restaurante La Cueva, dentro de una cueva natural cerca de Teotihuacan.
Podrás probar licores regionales artesanales como tequila, mezcal y pulque en una cooperativa local.
Sí, un guía certificado te acompaña durante el recorrido por Teotihuacan si eliges la opción todo incluido.
La entrada puede tardar por la popularidad del lugar; los tiempos de espera escapan al control, pero la mayoría lo considera que vale la pena.
La edad mínima para volar en globo es 4 años; por lo demás, es adecuado para la mayoría, salvo condiciones de salud específicas.
Tu día incluye traslado desde Ciudad de México (si eliges), café al llegar a Teotihuacan, vuelo compartido en globo con pilotos expertos, brindis tradicional al aterrizar, desayuno en restaurante La Cueva (según disponibilidad), degustación de licores locales en cooperativa artesanal con explicación cultural, entrada a la zona arqueológica con guía certificado si reservas todo incluido y regreso a Ciudad de México.
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